domingo, 29 de diciembre de 2013

"Otros países, otras costas"




He traducido, y soy por lo tanto responsable de los desaguisados que haya en la traducción, un artículo de Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura en 2006,  dedicado a Cavafis y publicado en inglés en el suplemento literario de The New York Times el 19 de diciembre de 2013, que puede servir como colofón a este año de conmemoración en el que hemos celebrado el sesquincentenario (150 años)  del nacimiento del poeta alejandrino.  
 

Otros países, otras costas
(Orhan Pamuk)


Amamos a los poetas por las cosas que sus poemas nos hacen imaginar; pero igualmente, los amamos por cómo imaginamos que son sus vidas. Confundir las vidas de los poetas con su obra es una ilusión tan vieja como la costumbre de confundir las palabras con las cosas. Pero de hecho es  por obra de esa ilusión por lo que sentimos una imperiosa necesidad de poesía, de novelas, de literatura.  Hay algunos poetas cuya obra leemos teniendo en mente sus vidas, y lo que sabemos  de esas vidas confirma que su poesía nos deja una impresión más duradera. C.P. Cavafis es, para mí, uno de esos poetas. Como Edgar Allan Poe, como Franz Kafka, Cavafis no hace una referencia explícita a sí mismo en su obra mejor y más conmovedora; y aun así, a cada poema suyo que leemos, no podemos evitar pensar en él.

Lo imagino como una anciano que pasea por las calles familiares de una vieja ciudad. Lo imagino como un amante de los libros que vive dentro de una comunidad minoritaria dentro de otra. Lo imagino como un solitario, un provinciano que es consciente de su provincianismo, y que convierte ese conocimiento en una suerte de sabiduría.

Cavafis nació en Alejandría,  Egipto, en 1863, en el seno de una familia griega de prósperos mercaderes de paños y textiles. (La palabra kavaf, ya olvidada incluso por los propios turcos, significa en turco otomano "zapatero remendón"). Los Cavafis eran originarios del barrio del Fener de Estambul, donde vivían las familias griegas adineradas y políticamente influyentes de la ciudad. Más tarde se trasladaron a Samatya, un barrio de pescadores, y finalmente emigraron a Alejandría, donde vivieron como miembros de la minoría cristiana ortodoxa dentro de la mayoría musulmana. Al principio, la marcha de sus negocios en Alejandría resultó  próspera, y vivieron en una gran mansión atendida por niñeras inglesas, cocineros y criados. En la década de 1870, tras la muerte del padre de Cavafis, se trasladaron a Inglaterra, pero finalmente regresaron a Alejandría como consecuencia del colapso de los negocios de la familia. Después de  los levantamientos nacionalistas árabes  de 1882, abandonaron de nuevo Alejandría, rumbo esta vez a Estambul, y fue en esta ciudad donde pasó los tres años siguientes, donde Cavafis escribió sus primeros poemas significativos y sintió los primeras pulsiones del deseo homoerótico. En 1885 la familia, ahora empobrecida, regresó a Alejandría una vez más, a la verdadera ciudad que él quiso dejar atrás.   

El regreso: Es la parte más triste. Es esta la fuente de la pesadumbre que impregna su inolvidable poema “La ciudad”, que yo he leído una y otra vez en turco y en traducción inglesa.   No hay otra ciudad a la que ir: la ciudad que nos conforma es la única que llevamos dentro. La lectura de “La Ciudad” de Cavafis ha cambiado mi punto de vista sobre mi propia Estambul.

Para aquellos que llevan una vida provinciana, la vida y la felicidad están siempre por descubrir en otra parte, en otra ciudad, en otro país. Pero para nosotros provincianos, ese otro lugar está constantemente lejos de nuestro alcance. La sabiduría de Cavafis reside en la dignidad y sensibilidad introspectiva con la que se aproxima a esta triste verdad. Y finalmente, con la misma limitación lingüística y simplicidad filológica, concluye revelándonos que hemos desperdiciado nuestras vidas en esa ciudad. Acabamos dándonos cuenta de que todos hemos malgastado nuestras vidas, y el problema reside no en ser provinciano, sino en la verdadera naturaleza de la propia vida. Los grandes poetas pueden contarnos sus propias historias sin decir una sola vez “yo”, y al hacer eso, prestan su voz a toda la humanidad.

Kierekegaard dijo una vez que la persona infeliz vive o en el pasado o en el futuro. Hay muchos ancianos en los poemas de Cavafis; la desconfianza en el futuro es, para él, otro tipo de sabiduría. Por eso él forja para sí mismo un nuevo pasado, basado en libros, historia y mitología griegos. Algunos de sus poemas narrativos que basó en mitos de la antigua Grecia son tan conmovedores y poderosos que su lectura resulta como la de una novela particularmente extraordinaria.

Estuve en Alejandría un año antes de los sucesos ahora conocidos como el brote de la primavera árabe. Fui a visitar la casa de Cavafis, que ha sido convertida en museo. La casa auténtica de su familia fue destruida por los cañones británicos. Se ha utilizado una casa distinta para el museo. Era viernes. Todo el mundo estaba en la mezquita rezando. Las calles estaban vacías. Las únicas personas que había en el museo eran turistas. Las tiendas cerradas, un puñado de viejos pinos, los edificios decadentes, las callejuelas estrechas, las plazoletas, todo me ayudaba a comprender que las versiones del Estambul de mi infancia aún sobrevivían en ciudades de la cuenca del Mediterráneo. Amo la poesía de Cavafis no precisamente como reflejo de su vida ejemplar, sino también por el paisaje que pinta, por sus edificios  que se desmoronan, y porque me identifico inmediatamente con la textura de la vida mediterránea.

De vez en cuando releo algunos poemas de Cavafis, todo lo que cabe cómodamente en un libro de bolsillo. Un viejo amigo publicó una vez una selección en turco, trabajando sobre las traducciones de Edmund Keeley, y tomó el título del poema “Esperando a los bárbaros”. Durante muchos años  después, donde quiera que nos encontráramos, nos saludábamos con la misma broma: “¿Cómo estás?” “Ah, ya sabes –esperando a los bárbaros”. Lo que queríamos decir era que –desde un punto de vista político- estábamos, como de costumbre, esperando días aún más negros por delante. Esos días más negros han llegado realmente, y tras los levantamientos nacionalistas en Egipto, la minoría griega de Alejandría abandonó la ciudad definitivamente. Pero el giro final de este poema brillante, narrativo sugiere un desenlace diferente por completo. Cavafis no deja nunca de sorprender y conmover a sus lectores.  


La Ciudad “ de C.P. Cavafis 
(Traducción  directa del griego de Pedro Bádenas de la Peña)
(Vista de Alejandría, Egipto)


Dijiste:"Iré a otra tierra, iré a otro mar.
Otra ciudad ha de haber mejor que esta.
Cada esfuerzo mío es una condena dictada;
y mi corazón está -como un muerto- enterrado.
¿Hasta cuándo seguirá mi alma en este marasmo?
Adonde vuelva mis ojos, adonde quiera que mire
veo aquí las ruinas negras de mi vida,
donde pasé tantos años que arruiné y perdí".

No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá.
Vagarás por las mismas calles.
Y en los mismos barrios te harás viejo;
y entre las mismas paredes irás encaneciendo.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otra tierra -no lo esperes-
no tienes barco, no hay camino.
Como arruinaste aquí tu vida,
en este pequeño rincón,
así en toda la tierra la echaste a perder.




Y aquí está el poema en su versión original griega, tal como salió de la pluma del poeta:



Escuchemos "La polis" recitado en su griego original con imágenes de la película "Cavafis" (1996) de Yannis Smaragdis, sobre la vida del poeta,  y música de su banda sonora a cargo de Vangelis.






El gran compositor griego Miquis Teodoraquis puso música al poema La ciudad de Cavafis. Canta Vasilis Yisdaquis acompañado al piano por Todoros Cotepanos.

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