domingo, 16 de febrero de 2014

„Limba română este patria mea”

El territorio que hoy se llama Rumanía fue anexionado al imperio romano por el emperador Trajano. Su nombre antiguo era Dacia. El nombre actual alude precisamente a que se convirtió en una provincia romana. La letra del himno nacional de este país menciona este hecho:  "Ahora o nunca demos pruebas al mundo /de que por estas manos aún corre una sangre de romano, / y de que en nuestro corazón conservamos con orgullo / un nombre que triunfa en la lucha, el nombre de Trajano". 

Su lengua, el rumano, que es también la lengua oficial de la República de Moldavia, es una lengua neolatina o romance que, si bien ha sufrido, como es natural, algunas influencias de las lenguas eslavas de su entorno, ha mantenido el sistema de declinaciones latino mejor que ninguna otra. Dispone básicamente de tres casos: un nominativo-acusativo, un genitivo-dativo,  y frente a ellos un vocativo.




El primer documento escrito en rumano que se conoce es  una carta que data de 1521. La literatura rumana propiamente dicha, sin embargo, no surge hasta el siglo XIX. Su naci­miento está ligado al de la propia Rumanía como estado-nación. Es entonces cuando la vieja lengua romance, que el pueblo hablaba desde hacía mil quinientos años, adquiere la dignidad de lengua literaria y  alcanza su es­plendor con Mihail Eminescu (1850-1889), uno de los gigantes de las letras rumanas y del romanticismo europeo.

La literatura rumana existe desde entonces. El problema es que no ha sido muy conocida fuera de sus fronteras, lo que le ha quitado posibilidades de expansión. La industria editorial fomenta, además,  la literatura anglosajona, que se vende en todo el mundo, relegando las demás a la categoría de secundarias, marginales o minoritarias, pues no llegan a conocer traducción a la lengua del Imperio.

Una de las características de la literatura ruma­na, además, es que quizá sus mejores representantes son poetas, como sucede también con la literatura griega contemporánea, lo que tampoco ayuda mucho a su difusión internacional, dado el carácter minoritario que tiene este género literario que sólo leen los poetas por lo que permanece ajeno al gran público. Esto explica la poca difusión, por ejemplo, que ha tenido la obra del poeta rumano del siglo XX Nichita Stanescu fuera de sus fronteras.

A muchos escritores rumanos su lengua, siendo minoritaria como es, no les servía para alcanzar la difusión  que deseaban de su obra. Es el caso en la primera mitad del siglo XX del poeta Tristan Tzara, uno de los creadores del movimiento dadá –parece ser que el nombre se debe a que “da” es “sí” en rumano-,   Eugen Ionescu (que modificó su apellido a Ionesco),   uno de los grandes del teatro universal, maestro del teatro del absurdo, y de Emil Cioran, el filósofo pesimista y nihilista. El poeta, el dramaturgo y el filósofo son quizá los referentes internacionales más importantes de la cultura rumana, pero los tres cambiaron de país y de lengua afincándose en París y escribiendo en francés.  Otro de los grandes es Mircea Eliade, filósofo y novelista, cuya obra está escrita en rumano, inglés y francés, que también conoció el destino parisino,  y que acabó sus años cruzando el Atlántico como catedrático de historia de las religiones en la Universidad de Chicago.
 
En cuanto a la narrativa propiamente dicha, que es, no nos engañemos, el único género literario que se lee, se ha traducido al castellano El lecho de Procusto, novela de Camil Petrescu escrita en 1933, considerada la cima de la novelística rumana.  Otro de los grandes novelistas rumanos actuales es Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956). Se dice que es un autor de primera fila dentro de la actual narrativa europea, pero que no ha obtenido el reconocimiento internacional que merece todavía.   

La autora que sí ha alcanzado reconocimiento internacional es Herta Müller, premio Nobel de literatura en 2009, que ha escrito sobre las duras condiciones de vida en el país bajo la dictadura de Ceaucescu. Herta es rumana de nacimiento, pero perteneciente a una minoría germanoparlante, por lo que su obra está escrita en lengua alemana. Ha dejado dicho que, aunque escriba en alemán, tiene una visión rumana de la vida en su cabeza: “Tengo varias imágenes de una misma cosa debido a que el idioma rumano las ve de otra manera, y con esa imagen trabajo”.
 
El precitado poeta Nichita Stănescu, dejó dicho „Limba română este patria mea”: la lengua rumana es mi patria. Es cierto: nuestra patria es nuestra lengua. Una lengua es mucho más que una cosmovisión o visión de la realidad y del mundo: es nuestra más auténtica patria, nuestra madre patria, nuestra lengua madre.

La penosa situación económica de Rumanía, después de la caída de Ceaucescu y del comunismo, ha hecho que muchos rumanos hayan tenido que emigrar de su país. Muchos han llegado a Italia y a España. Se ha llegado a estimar una cifra de población rumana en España cercana a las ochocientas mil personas.  Una de las razones por las que han elegido España para emigrar, a pesar de nuestra larga crisis económica, es precisamente, la familiaridad lingüística del rumano con el español. Una alumna moldava de nuestro centro afirma que en dos meses de estancia en nuestro país ya entendía perfectamente el español.

Tes "máscaras" protestan en Bucarest, la capital de Rumanía,  por la difícil situación económica exhibiendo unas pancartas en las que se lee en rumano "Rumanía muere de hambre".


1 comentario:

  1. Rumanía y el rumano me tocan la fibra sensible desde que los descubrí, allá en mi lejano y escaso latín.Es una pena que, como en todos los casos de países y lenguas con escaso poder, se conozca poco y se lea menos. En octubre la editorial Impedimenta publicó en español Las Bellas Extranjeras; la edición es preciosa; la novela la tengo esperando el estado de ánimo adecuado para leerla. Ya te contaré mi impresión. Gracias una vez más, Guillermo, por tus acertadas palabras.

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