sábado, 17 de mayo de 2014

Monstruos griegos invaden Nueva York


Los monstruos más terroríficos del bestiario de la mitología clásica griega han tomado Nueva York. Seres híbridos, no siempre bien comprendidos, que han inspirado a artistas de todos los tiempos y latitudes, a escritores como William Shakespeare, a pintores de la talla de Rubens, Caravaggio o Picasso, y que han fascinado y siguen fascinando a tantos niños y no tan niños con las historias que protagonizaron, en las que proyectan los temores y deseos más recónditos del alma humana, han recalado ahora en la ciudad de los rascacielos. 

El Grupo de Diseño Beetroot  (que es el nombre de la remolacha en la lengua del Imperio) se fundó en el año 2000 en Salónica, la segunda ciudad más importante de Grecia,  y agrupa desde entonces a varios creadores gráficos que se han formado en Grecia y en Gran Bretaña, y que han participado en numerosas campañas y exhibiciones. Hemos dado cuenta ya aquí de su exposición sobre Cavafis en Cavafis circulando por Atenas. Ahora presentan en los Estados Unidos su trabajo Greek monsters.




Si visitamos la exposición que tiene lugar en el atrio de la Olympic Tower en Manhattan, sede de la fundación Onassis neoyorquina, podemos encontrarnos hasta el mes de julio, con los siguientes monstruos que imitan a su modo las figuras rojas y negras de la cerámica griega:

Comenzando por arriba de izquierda a derecha hallamos al terrible portero del infierno, el perro de las tres cabezas o can Cérbero, que no deja entrar en el Hades a los vivos ni salir a los muertos, la imposible Quimera, que da nombre a nuestros sueños y pesadillas más enloquecidas, a la viperina Equidna, madre del perro de los infiernos, entrre otros, a la hidra de Lerna contra la que luchó infatigablemente Hércules cercenando sus múltiples cabezas, que se multiplicaban cada vez que cortaba una, como cuando nosotros intentamos solucionar un problema y nos surgen otros; y en la fila de abajo, también de izquierda a derecha, nos encontramos como Teseo en el laberinto con el terrible Minotauro, después con Pan, el fauno que toca la flauta y puede causarnos un temor tan grande que se convierte en pánico, como su nombre indica,  la terrorífica Medusa, que nos petrifica con su mirada y horroriza con sus cabellos que son serpientes, y las aves del lago Estínfalo, que preludian a su manera la pesadilla que Hitchcock llevó a la gran pantalla en su célebre Los pájaros.


Otro de los monstruos que nos espera es este gigante con un sólo ojo en la frente que todo lo ve, como el ojo panóptico de Dios o del Gran Hermano de Orwell, el cíclope Polifemo, el hijo del dios del mar,  al que el astuto Odiseo cegó y engañó diciéndole que se llamaba Nadie, y cuyos amores con la ninfa Galatea versificó nuestro Góngora.




De izquierda a derecha nos encontramos, en primer lugar, con los centauros, mitad hombres y mitad caballos, caracterizados por sus dos patas equinas y sus dos brazos humanos, que vivían en montes y bosques, se nutrían de carne cruda y tenían costumbres brutales. A continuación la terrible Esfinge de Tebas, que planteaba enigmas de difícil solución, matando a los caminates que no acertaban su solución, asolando así la región. En tercer lugar halamos a las auténticas sirenas, monstruos marinos, mitad mujer y mitad ave, que encantaban a los incautos marineros con su canto y su divina música atrayéndolos hacia la isla donde les daban la muerte. Sólo Orfeo fue capaz de competir con ellas cantando melodiosamente y lograr que los argonautas no sucumbieran a su hechizo y fascinación. Finalmente, nos encontramos a las terribles Escila y Caribdis, monstruos marinos que, al decir de los viejos lobos de mar en las tabernas, acechaban marineros y navegantes en el estrecho de Mesina: a un lado Escila, el monstruo marino que es una mujer cuyo cuerpo en su parte inferior está rodeado de perros feroces que devoran cuantos náufragos pasan a su alcance; del otro lado, Caribdis, la hija de la Tierra y del dios del mar, que mostraba tanta voracidad que tragaba todo lo que flotaba, incluso los barcos incautos que atravesaban el estrecho. Había un dicho en la Antigüedad para aludir a que una situación podía empeorar e ir de mal o peor, que era "ir de Escila a Caribdis", lo que según la imagen inspirada en la vida de Cristo, ir de Herodes a Pilatos.

También podemos encontrarnos con Pegaso, uno de los monstruos más célebres y amables de la mitología griega, el caballo alado que desempeña un papel tan importante en las leyendas de Perseo y, sobre todo, de Belerofonte.


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