He aquí otra musicalización e interpetación de unos versos bastante conocidos de Catulo, el poema de los besos, a cargo del grupo Tyrtarion. Os ofrezco además varias versiones de este poema a cargo de varios traductores españoles, algunos de ellos poetas como Luis Antonio de Villena, García Calvo, Ramón Irigoyen y Aníbal Núñez.
La traducción perfecta no existe, así que es preciso muchas veces conocer y comparar varias para acercarnos al sabor del original; todas, por muy malas que sean, tienen algún acierto.
En primer lugar, el poema 5 de Catulo en versión original latina; y, a continuación, las traducciones en verso que he ido recopilando. No doy cuenta de otras en prosa, como la de Juan Petit de 1974, una de las pioneras y más meritorias.
No hace falta decir, por otra parte, que tanto la música como la interpretación de Tyrtarion son magistrales. Muy oportunas, además, también las imágenes de frescos y mosaicos romanos que acompañan a la canción.
La traducción perfecta no existe, así que es preciso muchas veces conocer y comparar varias para acercarnos al sabor del original; todas, por muy malas que sean, tienen algún acierto.
En primer lugar, el poema 5 de Catulo en versión original latina; y, a continuación, las traducciones en verso que he ido recopilando. No doy cuenta de otras en prosa, como la de Juan Petit de 1974, una de las pioneras y más meritorias.
No hace falta decir, por otra parte, que tanto la música como la interpretación de Tyrtarion son magistrales. Muy oportunas, además, también las imágenes de frescos y mosaicos romanos que acompañan a la canción.
Viuamus, mea Lesbia, atque amemus,
rumoresque
senum seueriorum
omnes
unius aestimemus assis.
Soles
occidere et redire possunt:
nobis,
cum semel occidit breuis lux,
nox
est perpetua una dormienda.
Da
mi basia mille, deinde centum,
dein
mille altera, dein secunda centum,
deinde
usque altera mille, deinde centum,
dein,
cum milia multa fecerimus,
conturbabimus
illa, ne sciamus,
aut
nequis malus inuidere possit,
cum
tantum sciat esse basiorum.
- 1 -
Vivamos, Lesbia mía,
y amémonos,
y las murmuraciones
de los adustos viejos
pensemos que no
valen ni el peor céntimo.
Los días pueden morir y renacer de nuevo;
nosotros, una vez extinta nuestra breve
luz,
habremos de dormir una sola noche
perpetua.
Dame, pues, mil besos y después cien,
otros mil después, y por segunda vez
otros ciento,
después mil sin parar, y después cien de
nuevo
y cuando nuestra
cuenta haya sumado
muchos miles,
embrollémosla, no los contemos,
para que ningún envidioso pueda causarnos desgracia
al saber que han sido tantos, tantos, los
besos.
(Luis Antonio de Villena)
- 2 –
Vivamos para amarnos, Lesbia
mía,
y de los viejos las murmuraciones
estimemos en menos de un
sestercio.
El sol se oculta y torna; mas
nosotros,
si una vez sola nuestra luz se apaga,
dormimos para siempre noche
eterna.
Dame mil besos, dame después
ciento,
mil todavía y otros ciento
luego,
y otros mil, y otros ciento, y
así siempre,
hasta que sumen ya tantos
millares
que la cuenta, perdidos, no
sepamos
ni nos haga mal de ojo un
envidioso
al llegar a saber cuántos han
sido.
(José Mª Alonso Gamo)
- 3 –
Lesbia mía, vivamos, nos
amemos,
y el gruñir de los serios personajes
en total nos importe dos ochavos.
Soles pueden ponerse, y vuelven
soles:
al ponérsenos esta lucecita,
una noche a dormir nos queda eterna.
Dame besos, y
mil, y luego ciento,
luego mil otra vez, de nuevo ciento,
luego mil sin parar, y luego ciento;
luego, ya que sumemos muchos miles,
confundamos la
cuenta, no sepamos
ni un malvado nos pueda echar mal ojo
cuando sepa que había tantos besos.
(Agustín García Calvo)
- 4 –
Vivamos, Lesbia mía, y amemos;
los rumores severos de los
viejos
que no valgan ni un duro todos juntos.
Se pone y sale el sol, mas a
nosotros,
apenas se nos pone la luz
breve,
sola noche sin fin dormir nos toca.
Pero dame mil besos, luego ciento,
después mil otra vez, de nuevo
ciento,
luego otros mil aún, y luego ciento...
Después, cuando sumemos muchos
miles,
confundamos la cuenta hasta perderla,
que hechizarnos no pueda el
envidioso
al saber el total de nuestros
besos.
(Juan Manuel Rodríguez Tobal)
- 5 –
Vivamos,
querida Lesbia, y amémonos,
y
las habladurías de los viejos puritanos
nos importen todas un bledo.
Los
soles pueden salir y ponerse;
nosotros, tan pronto acabe nuestra efímera
vida,
tendremos
que vivir una noche sin fin.
Dame
mil besos, después cien,
luego
otros mil, luego otros cien,
después
hasta dos mil, después otra vez cien;
luego,
cuando lleguemos a muchos miles,
perderemos
la cuenta para ignorarla
y
para que ningún malvado pueda dañarnos,
cuando
se entere del total de nuestros besos.
(Antonio
Ramírez de Verger)
-
6 –
Lesbia mía, vivamos y gócemonos,
sin
que de la opinión del grave anciano
se
nos importe a ti y a mí ni un pito.
El
sol puede ponerse, salir luego;
pero,
si cesa nuestra luz, nosotros
en
una eterna noche dormiremos.
Dame
mil besos, pues, luego otros cien,
y
otros mil, y después otros cien más,
todavía
otros mil, más tarde cientos,
de
tal manera que, al final, la cuenta
se
perderá, y le será imposible
al
envidioso, y a su maleficio,
saber
cuántos han sido nuestros besos.
(Mariano
Roldán)
-7-
Vivamos, Lesbia mía, y amémonos
y no nos importen un as todos los chismes
de los ancianos más ceñudos.
Los soles pueden ponerse y renacer.
Pero nosotros, una vez que se extinga nuestra breve luz,
una noche perpetua tenemos que dormir.
Dame mil besos, luego cien,
luego otros mil, cien más después,
y otra vez mil seguidos y otros cien.
Y cuando hayamos sumado muchos miles,
embrollaremos la cuenta para no saberla
y para que ningún malvado pueda aojarnos
si supiera que tanto nos besamos.
(Ramón Irigoyen)
- 8 -
-7-
Vivamos, Lesbia mía, y amémonos
y no nos importen un as todos los chismes
de los ancianos más ceñudos.
Los soles pueden ponerse y renacer.
Pero nosotros, una vez que se extinga nuestra breve luz,
una noche perpetua tenemos que dormir.
Dame mil besos, luego cien,
luego otros mil, cien más después,
y otra vez mil seguidos y otros cien.
Y cuando hayamos sumado muchos miles,
embrollaremos la cuenta para no saberla
y para que ningún malvado pueda aojarnos
si supiera que tanto nos besamos.
(Ramón Irigoyen)
- 8 -
Vivamos, Lesbia, amemos;
que nos importe un bledo
el cuchicheo de los carcamales.
Puede morir el sol y renacer,
mas, una vez que muere nuestra breve luz,
una y eterna noche para dormir nos queda.
Mil besos dame, después ciento,
luego otros mil y otra vez ciento
hasta otros mil y luego ciento.
Y, cuando ya sumemos muchos miles,
borrón y cuenta nueva para que no sepamos
cuántos besos llevamos ni lo sepa
ningún gafe envidioso.
(Aníbal Núñez)
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