Democracia: Democracia no ha existido
nunca en Occidente, ni siquiera en la antigua Grecia, donde se
inventó la contradictoria palabra: se llama democracia a una forma sofisticada de gobierno por la cual la
oligarquía, es decir la minoría poderosa, impone sus deseos al pueblo que, bajo este régimen, obedece voluntariamente mejor que bajo cualquier otro, porque, engañado por el trampantojo de la palabra,
se considera soberano y cree que es libre y dueño de su destino.
La lengua de arriba y la de
abajo. La
lengua no es de los que mandan, porque gratuita como es es de todos y no es de nadie, pero los que mandan, que
son por otro lado los más mandados, a través de escuelas y academias,
leyes y decretos, ministerios y medios de comunicación a su servicio,
básicamente a través de la escritura y la cultura, se apropian de ella dictando
decretos y normas ortográficas, unificando las diversas hablas, el lenguaje corriente y moliente,
regulándolo e imponiéndoselo a la gente. En todos los idiomas se da esta lucha
entre la lengua de arriba, que es la de la administración, y la lengua de abajo,
que es el habla vernácula, materna, la lengua de verdad que habla la gente de
la calle. La lengua de arriba, la lengua impuesta a través de la escritura, no
deja de ser un dialecto, una jerga culta -política, económica, jurídica,
burocrática, científica, filosófica, literaria- que está fabricada para
subyugar a la gente y justificar a través de maestros y profesores desde la escuela primaria hasta la universidad la necesidad de la imposición y del
gobierno, y está en perpetua guerra en todos los idiomas de Babel contra la
lengua vulgar, la que no es necesario que nos enseñe nadie, la que se aprende sola, la que sólo sabe decir ¡no! una y otra vez, todas las que haga falta, a lo que está mandado.
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