El simbolismo de la Edad de Oro, como negación de la realidad que es, hunde sus raíces en el fondo del corazón humano, y navegando contra corriente y contra la cultura del progreso, está presente también en las principales religiones monoteístas; por ejemplo, en el ámbito bíblico judeocristiano, como en la bellísima profecía de Isaías 11, 6-8, donde no hay depredadores ni presas, donde no hay peligro de muerte para ningún ser vivo; cito como de costumbre por la traducción de Nácar-Colunga que manejo: “Habitará el lobo con el cordero, y el leopardo se acostará con el cabrito, y comerán juntos el becerro y el león, y un niño pequeño los pastoreará. La vaca pacerá con la osa, y las crías de ambas se echarán juntas, y el león, como el buey, comerá paja. El niño de teta jugará junto a la hura del áspid, y el recién destetado meterá la mano en la caverna del basilisco”.
Dante en la Divina
Comedia (Purgatorio XXVIII, 139-141), después de describir el paraíso
terrenal cristiano, relaciona con él el mito pagano de la Edad de Oro, como gentileza hacia Virgilio que lo acompaña como guía. Virgilio, según el florentino, habría entrevisto en sus sueños ese paraíso en el monte Parnaso consagrado a Apolo y a las Musas, hijas que son de la memoria de los tiempos inmemoriales, y le agradece la cortesía al Dante con un sonrisa: “Quelli ch' anticamente
poetaro/ l'età dell'oro e suo stato felice,/ forse in Parnaso esto loco
sognaro”. (Los que antiguamente poetizaron/ la Edad de Oro y su feliz
estado/ quizá en el Parnaso el edén soñaron).
El Jardín del Edén con la caída del hombre, Jan Brueghel el Viejo (1617)
En el mundo islámico, el Paraíso, según su libro sagrado, es un jardín maravilloso situado en el tiempo futuro, y por futuro hay que entender la muerte, donde irán los justos; paraíso post mortem, donde podrán alcanzar los goces en un ambiente de lujo asiático de los que no pudieron quizá disfrutar durante su vida terrestre tanto como hubieran deseado.
Según el Corán, (tomo la descripción del artículo “El Paraíso en el Islam” de Noelia Silva Santa-Cruz, de la UCM) el Paraíso es un lugar umbrío poblado de árboles frutales y variadas especies vegetales que proporcionan alimentos inagotables, con abundancia de agua en forma de arroyos que fluyen y fuentes que manan eternamente. Los ríos que lo recorren son de agua, leche, vino y miel. Entre las especies vegetales que lo pueblan hay parras, palmeras y granados.
A los bienaventurados les aguardan allí selectos goces relacionados con la pompa regia: excelentes moradas en forma de pabellones, suntuosas joyas, espléndidas vestimentas de seda, delicados perfumes. La vida paradisíaca se describe como una recepción cortesana y palaciega, acompañada de conciertos y danzas. Se hace hincapié en la celebración de elegantes banquetes en los que se degustarán vino y licores presentados en magníficos recipientes: copas, vasos y crateras de vidrio o metales preciosos servidos por efebos y bellas muchachas. Y allí los bienaventurados podrán disfrutar de esposas puras o huríes, es decir, de jóvenes vírgenes que se ofrecerán para el deleite carnal de los elegidos. Los habitantes del Edén estarán sentados en tronos, acostados en divanes, o bien reclinados en sofás o estrados, con frecuencia acomodados sobre cómodos cojines o tapices.
El paraíso, Jan Brueghel el Viejo (c 1620)
Los placeres del Paraíso, en el orden sensorial, estimularán todos los sentidos y el aire que se respirará en este ámbito tendrá olor a almizcle, alcanfor y jengibre. Junto a las satisfacciones de orden material, los bienaventurados encontrarán allí otros disfrutes de carácter espiritual: vivirán una vida feliz, en paz, sin odio, ni dolor ni cansancio, ni pena, ni miedo ni vergüenza.
Pasamos a analizar aquí, en página adjunta, cuatro evocaciones de la Edad de Oro en el mundo clásico grecolatino (Hesíodo, Ovidio) y su pervivencia en la literatura castellana de la mano de Cervantes , y en la pintura del Renacimiento de la mano de un óleo de Cranach el viejo y en la del siglo XX en una obra de Dalí para llegar a la conclusión de que, como decíamos al principio, este mito es un sueño utópico tan antiguo como el género humano.
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