lunes, 8 de julio de 2019

Dos besos griegos desde la antigüedad

Uno heterosexual

En el Museo Arqueológico Nacional de Atenas, entre numerosos tesoros artísticos de la antigüedad de valor incalculable porque no tienen precio, se conserva este humilde y casi insignificante trozo de cerámica, que representa una tierna escena amorosa de figuras rojas y negras, un simple beso, que, realizado a finales del siglo VI antes de Cristo en barro cocido, concretamente en la última quincena de dicho siglo, se adelanta en casi dos mil quinientos años al celebérrimo beso de Gustave Klint. 

La escena está incompleta, porque falta el elemento femenino. No abundan mucho los motivos eróticos heterosexuales en una sociedad masculina fuertemente homosexual como la griega, donde la mujer estaba prácticamente recluida en el gineceo. 

Un muchacho joven, en efecto, un efebo que no tiene barba todavía, con la primera pelusa de la adolescencia en el rostro, coronado con una guirnalda, da un beso -quizá el primero- a una mujer, que podría ser una refinada y experta cortesana mayor que él, o una humilde esclava, o, más improbable, una muchacha "libre" de su misma edad, pero seguramente muy hermosa en todo caso, de la que sólo podemos ver los brazos y las manos que abrazan con delicada ternura la cabeza rizada del joven que se inclina así hacia su boca. 


Podemos ver, eso sí, que la mujer lleva una pulsera que, a modo de culebrilla, se enrosca dos veces en su muñeca. Intuimos sus ávidos labios, si no llegamos a verlos, y vemos la punta de su nariz que se encuentra con la del mozo. El resto de la escena no ha llegado hasta nosotros, se ha perdido, pero, pese a esa pérdida seguramente irreparable, se ha captado sin embargo el momento, ese instante fugaz que nos recuerda sin querer, es decir, que nos trae a la memoria y devuelve al corazón -recordari, era eso en latín, de re- "volver a", y cor, cordis, "corazón"-  el primer beso de amor. 

... y otro homosexual (para el Orgullo)

Copa del período ático de figuras rojas, 510-500 antes de Cristo, colección del Museo J. Paul Getty.



Un joven efebo e imberbe sentado atrae a un amante mayor hacia él para darle un beso. En los círculos aristocráticos de Atenas en el período clásico, los hombres mayores a menudo coqueteaban con los más jóvenes, y viceversa. Tales relaciones homosexuales y pederásticas no sólo se toleraban y estaban bien vistas, sino que se consideraban imprescindibles para la socialización de los muchachos.

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