lunes, 25 de julio de 2011

La violación de Lucrecia


Son muchas las obras de William Shakespeare que se han inspirado en pasajes de la historia romana: Tito Andrónico, Julio César, Antonio y Cleopatra, Coriolano, o La violación de Lucrecia, un poema narrativo que versa sobre un hecho mitad histórico mitad legendario en el que los romanos cifraban el fin de la monarquía y el comienzo de la república. 

Sexto Tarquinio, el hijo del que será el último de los siete reyes de Roma, se presenta en la ciudad y pierde el sentido ante la belleza de la esposa de su amigo Colatino, la casta Lucrecia, deslumbrado por la "voluptuosa castidad y la casta voluptuosidad" de la mujer,  que lo recibe hospitalariamente. Tarquinio, al día siguiente se introduce furtivamente en el dormitorio de Lucrecia por la noche, espada en mano.  Lucrecia, que estaba dormida, se despierta y le implora; Tarquinio la acosa con terribles amenazas y, finalmente,  la viola. 

 

Lucrecia hace venir a su esposo Colatino y a su padre, y les exige venganza. Cuando llegan ellos, Lucrecia se suicida. No podía vivir una vez perdido su honor, de lo que no se sentía culpable pero sí merecedora de castigo, por lo que se clava un cuchillo en el pecho.  Se produce una disputa entre Colatino y el padre de Lucrecia. Interviene finalmente Bruto, compañero de Colatino, que sacando el cuchillo del pecho de Lucrecia, lo levanta al cielo jurando que expulsará de Roma a la impía familia de los Tarquinios. En el año 509 antes de Cristo, fue, efectivamente, expulsado de Roma Tarquinio el Soberbio y toda su familia,  proclamándose la república, que habría de durar quinientos años todavía.

Tanto la violación como el posterior suicidio de Lucrecia han sido temas  a los que han recurrido numerosísimas veces los pintores de diferentes épocas, desde que Tito Livio nos narrara magistralmente en su Ab urbe condita la historia de esta heroína, una mujer que aunque no se sentía culpable, sí se creía merecedora de castigo. Arriba, un ejemplo de Lucas Cranach el viejo (1532). 

sábado, 2 de julio de 2011

Plaza Sýntagma

Últimamente suena mucho en la televisión y en la radio y se lee también en los periódicos el nombre de esta céntrica plaza de la capital griega, donde  se encuentra el parlamento. ¿Qué pasa allí para que se hable tanto de ella?  En ella, tomada literalmente por la policía, se manifiestan los indignados atenienses en contra de las medidas adoptadas por el gobierno heleno y refrendadas por dicho parlamento, un parlamento que debería representar, se supone, la voluntad popular y que representa más bien lo que por estos pagos nuestros se ha llamado la "lógica (sic) de los mercados". Nunca ha habido un divorcio tan  grande entre el pueblo y sus supuestos representantes, unos políticos que, más que políticos, son economistas, hasta tal punto se han confundido el Estado y el Capital.

¿Quiere decir algo "sýntagma" en griego? En efecto, la palabra nos suena muy culta, muy técnica pero, aunque sea un helenismo, no nos suena extraña. "Sýntagma" es el resultado de la acción de "syntasso" o "syntatto",  que significa "constituir"; por lo tanto quiere decir "constitución". La plaza de la que tanto hablan es la Plaza de la Constitución. 


En gramática usamos este término cuando hablamos de grupos "sintagmáticos",  es decir,  constitutivos de una frase; sintagmas son las palabras o agrupamientos de palabras que tienen una misma función y que analizamos, descomponemos, separando sus elementos constituyentes,  cuando practicamos el análisis sintáctico, precisamente. La sintaxis se ocupa del estudio de los sintagmas.

Volviendo a la actualidad griega, de la que tanto se habla estos días,  mientras los políticos votan que sí a las imposiciones de los mercados, dos manifestantes  frente al parlamento y a la policía que lo custodia,  muestran una pancarta que expresa la voluntad popular,  y que dice, en la lengua de Homero: "óji", o sea, ¡No!