La inspiración de las musas no es más que eso: el don gratuito que
tienen algunos seres para rescatar la carga perdida de arte y horror que
está en poder del viento.
(Apolo y tras él el coro de las nueve Musas, vistos por Gustave Moreau)
Permanecen en el aire todavía los versos de Safo y de Píndaro que se
perdieron; las melodías que inventaron los pastores de Virgilio soplando una
caña o el filo de una hoja seca, música de la naturaleza que se llevó el
viento; los cánticos, las danzas rituales, las plegarias a unos dioses que
también ignoramos; la filosofía y las tragedias escritas en pergaminos que se
pudrieron o se hundieron en el polvo o ardieron en la biblioteca de Alejandría.
Permanecen en el aire todavía los cuentos narrados de viva voz sobre las
alfombras en las esquinas de Bagdad; los consejos de los sabios budistas,
místicos y sufíes, que no encontraron respuesta en el corazón de los discípulos
y siguieron viaje en el tiempo. Solo una mínima parte de toda la belleza y
sabiduría que se ha creado desde el fondo de los siglos en este planeta ha
llegado hasta nosotros, pero el resto de ese inmenso caudal no ha desaparecido.
Si fueron rimas, canciones o fábulas están todavía suspendidas en la atmósfera;
si las enseñanzas grabadas en tablillas de barro, en papiros, vitelas o pasta
de celulosa se convirtieron en ceniza o estiércol habrán fecundado la tierra y
ahora dan fruto en árboles llenos de pájaros; si un día naufragaron las naves
griegas o latinas, los bajeles sarracenos o los barcos cristianos que
transportaban dioses de bronce, ánforas con aceite y vino, monedas de oro o
mapas de islas del tesoro, ese sagrado cargamento forma parte del mar que ahora
navegamos. También han sido infinitos los crímenes que han quedado sin castigo,
los ríos de sangre que se han evaporado, los gritos de dolor que llegaban hasta
el horizonte. Los nombres de los asesinos impunes componen un cielo muy
estrellado. Existen hazañas y matanzas que nunca fueron contadas, enigmas de la
historia que han quedado sin resolver, vicios y perversiones que tampoco han
sido confesados. El aire de un arte y un horror desconocidos respiramos, pero
ese soplo es el sueño que excita solo la imaginación de los poetas, de los
músicos, de los pintores, de todos los artistas y al final se hace carne.
Realmente la inspiración no es más que el don gratuito que tienen algunos seres
para respirar esa carga perdida de belleza y maldad y rescatarla del poder del
viento.
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