Si introducimos las tres
primeras palabras de la Ilíada de Homero en el engendro traductor de Gúguel ¿qué puede pasar? Pues cualquier cosa. Probemos: μῆνιν
ἄειδε θεά... Va y me pone: Dios de Dios,
como si hubiera conectado la máquina con el concilio de Nicea y
saliera por ahí aquella monserga del credo de Dios de
Dios, Luz de Luz. Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no
creado, de la misma naturaleza del Padre... ¿Qué cables se le
han cruzado al robot, que confunde a la diosa de Homero, que es la
Musa que inspira al poeta, con un Dios masculino y monoteísta, con
el viejo Jehová del Sinaí, Señor de Israel y de los Ejércitos? Cuesta
creerlo, pero es mejor echarse a reír que a llorar.
Me doy cuenta de que había omitido una coma. Puede que ese error mío haya despistado a Gúguel. Probemos otra vez, introduciendo la coma, a ver
si nos sale lo mismo o alguna otra cosa: Μῆνιν ἄειδε,
θεά... Y va y nos pone: Mañana, diosa. Bueno, por
lo menos recoge la coma y menciona a la diosa homérica. Algo es algo. Nos faltan el
canto y la ira. Pero ha aparecido como por arte de magia el gazapo de “mañana”, como si el engendro de
Gúguel quisiera darnos a entender que en algún momento (por supuesto futuro y por lo tanto
inexistente) la tecnología va a lograr traducciones adecuadas.
Mañana, es decir, nunca, más y mejor. Hay algunos tan ingenuos que todavía creen en la tierra prometida del Progreso.
Pero me doy cuenta de que la segunda vez he escrito la primera palabra con inicial mayúscula. Puede ser que eso haya confundido al engendro informático tradúcelotodomal. Así que lo intento otra vez. A la tercera, dicen, va la vencida. A ver si es verdad. Escribo, como la primera vez, la primera palabra griega con inicial minúscula, dado que no se trata de un nombre propio, sino de un nombre común, y no me olvido de la coma, a ver qué sale ahora... Y otro disparate. Esta vez no me dice que mañana, sino que esta misma noche. Y encima me ha quitado la coma... No hay quien lo entienda.
El cerebro humano es
inmensamente más complejo que la tecnología que pretende
suplantarlo, y un diccionario no es suficiente para hacer una
traducción de una lengua a otra. Si alguna vez ha sido verdad el dicho italiano de traduttore traditore ("traidor el traductor"), en el caso del Gúguel Transleitor estamos hablando de alta traición. Hay reglas gramaticales, alusiones,
referencias, ecos y reminiscencias que despiertan las palabras en
nosotros, y que no puede captar una máquina, por no hablar ya de
los ritmos musicales y poéticos del lenguaje y, en este caso, del
hexámetro homérico: Canta, diosa, la ira de Aquiles el de
Peleo.
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