jueves, 25 de octubre de 2018

La moral del pedo

Rafael Sánchez Ferlosio acuñó felizmente la locución “la moral del pedo” para referirse a la tolerancia que a veces se traduce en complacencia que a cada cual le producen sus propias ventosidades y la aversión traducida en repugnancia que le provocan las ajenas, que llegan incluso a molestar y a ofender.



Ya lo decía el refrán: “A nadie le huelen mal sus pedos, ni le parecen sus hijos feos”. Pero no le huelen mal no porque no sean pedos como los del vecino, sino porque son suyos. La segunda parte del refrán insiste en la misma idea con otro ejemplo: nuestros hijos no nos parecen feos no porque no lo sean, sino porque son nuestros.



Es la idea nacionalista y chovinista de que nuestra nación, nuestro equipo, nuestro idioma es lo mejor de lo mejor y no hay nada igual. Llevado al terreno de la religión, nuestro Dios es mejor que el del vecino. 




A este propósito, refiere Juvenal en su sátira 15, versos 33-38, un curioso episodio de rivalidad religiosa entre los habitantes de dos ciudades egipcias vecinas, Ombos y Téntira, que mantenían encendida una antigua animadversión a causa de sus dioses. Esa rivalidad llegó a convertirse en locura de unos contra otros debida a la repugnancia que experimentaban por los dioses de la religión de sus vecinos, convencidos como estaban de que sólo los suyos eran los verdaderos.



inter finitimos uetus atque antiqua simultas,

inmortale odium et numquam sanabile uulnus,

ardet adhuc Ombos et Tentura. summus utrimque

inde furor uolgo, quod numina uicinorum

odit uterque locus, cum solos credat habendos

esse deos quos ipse colit.




Entre dos pueblos cercanos, la vieja y antigua querella,

odio eterno, y herida que nunca ha de cerrarse,

arde aún entre Ombos y Téntira. Máxima de ambas

partes locura en la gente, porque ambas localidades

odian los dioses vecinos, pues creen que sólo por dioses

hay que tener a los que ellos adoran.




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