Rafael Sánchez Ferlosio
acuñó felizmente la locución “la moral del pedo” para
referirse a la tolerancia que a veces se traduce en complacencia que
a cada cual le producen sus propias ventosidades y la aversión
traducida en repugnancia que le provocan las ajenas, que llegan
incluso a molestar y a ofender.
Ya lo decía el refrán:
“A nadie le huelen mal sus pedos, ni le parecen sus hijos feos”.
Pero no le huelen mal no porque no sean pedos como los del vecino,
sino porque son suyos. La segunda parte del refrán insiste en la
misma idea con otro ejemplo: nuestros hijos no nos parecen feos no
porque no lo sean, sino porque son nuestros.
Es la idea nacionalista y
chovinista de que nuestra nación, nuestro equipo, nuestro idioma es
lo mejor de lo mejor y no hay nada igual. Llevado al terreno de la
religión, nuestro Dios es mejor que el del vecino.
A este propósito,
refiere Juvenal en su sátira 15, versos 33-38, un curioso episodio
de rivalidad religiosa entre los habitantes de dos ciudades egipcias
vecinas, Ombos y Téntira, que mantenían encendida una antigua animadversión a causa de sus dioses. Esa rivalidad llegó a convertirse
en locura de unos contra otros debida a la repugnancia que experimentaban por los dioses de la religión de sus vecinos,
convencidos como estaban de que sólo los suyos eran los verdaderos.
inter finitimos uetus
atque antiqua simultas,
inmortale odium et
numquam sanabile uulnus,
ardet adhuc Ombos et
Tentura. summus utrimque
inde furor uolgo, quod
numina uicinorum
odit uterque locus, cum
solos credat habendos
esse deos quos ipse
colit.
Entre dos pueblos
cercanos, la vieja y antigua querella,
odio eterno, y herida
que nunca ha de cerrarse,
arde aún entre Ombos y
Téntira. Máxima de ambas
partes locura en la
gente, porque ambas localidades
odian los dioses
vecinos, pues creen que sólo por dioses
hay que tener a los que
ellos adoran.
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