sábado, 13 de octubre de 2018

Tres epigramas de Antípatro de Sidón

De Antípatro de Sidón, poeta griego del siglo II antes de nuestra era, conserva la Antología Griega un centenar de epigramas, aunque algunos de los que se le atribuyen pueden ser de su homónimo Antípatro de Salónica, de época más reciente. En general no tienen mucho interés hoy en día más que para los coleccionistas de antigüedades y eruditos. Seguramente habrán sido y serán objeto de más de una tesis doctoral que sólo leerán, si la leen, los miembros del tribunal que la juzgue y que en el mejor de los casos servirá para nombrar doctor a algún filólogo clásico, si es que todavía queda alguno por entonces y no se ha convertido en “graduado en estudios de lenguas y culturas de la Antigüedad” o algo por el estilo.

Me dejo guiar por el gusto y fino olfato de Marguerite Yourcenar, que en su impagable antología de la poesía griega antigua “La Couronne et la Lyre” (edit. Gallimard 1979) destaca estos tres epigramas de Antípatro:

1.- Ubi sunt? El poeta, ante las ruinas de Corinto devastada por el general romano Lucio Mumio en el año 146 antes de nuestra era, se pregunta donde está la ciudad, qué ha sido de ella, y lamenta su destrucción. Este epigrama es una de las pocas alusiones a la actualidad contemporánea del poeta, que nos ofrece el eco de lo que representó para los griegos la toma y destrucción de Corinto, evocándonos los desastres de la guerra, el incendio, la muerte y el pillaje, y el fin de la libertad de Grecia, si acaso todavía era libre después de la dominación macedonia, que pasó a convertirse en una provincia más del Imperio romano. Los hombres fueron acuchillados; las mujeres y los niños, subastados como esclavos; las obras de arte, expoliadas; la ciudad, reducida a escombros y cenizas.


Ruinas de la acrópolis de Corinto

¿Dónde tu muy admirable belleza? ¿Dónde, Corinto,
torres y almenas están?   ¿Dónde tu antiguo esplendor?
¿Dónde los templos divinos, palacios, dónde las nobles
damas y tu población,     tantos millares ayer?
Pues, oh la muy desgraciada, ni rastro de ti permanece,
todo la guerra arrasó     y húbolo de devorar.
Solo quedamos nosotras, ondinas, invïoladas,
como gaviotas, del mar     para llorar tu dolor.
(Antología Griega, IX, 151)

 El último día de Corinto, Tony Robert-Fleury (1870)

2.- Tumba de un soldado:
Cubre la tierra de Lidia a Amíntor, el de Filipo,
tanto que hizo blandir     su arma en combate feroz.
No lo llevó a la mansión de la Noche un morbo maligno,
sino que al ir a cubrir     a un compañero murió.
(Antología Griega, VII, 232).


3.- Elogio de Hiparquia, compañera del filósofo cínico Crates, sobre la que hablamos aquí.

No elegí obras, Hiparquia soy, de señoras de tiros
largos, sino el vivir     duro del Perro y su clan.
No me gustaban vestidos con broches ni zuecos de suela
ancha ni al pelo poner     llena de grasa la red,
sino el zurrón que acompaña al bastón, y el manto que bien se
dobla, y el jergón     para en el suelo yacer.
Fama mayor dejaré que Atalanta, la atleta de Arcadia,
tanto cuanto mejor     es el saber que correr.
(Antología Griega, VII, 413)

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