Qué trama el cántabro guerrillero y qué el
escita que el mar de Adria alejó de aquí
deja de preguntarte, Hirpino
Quincio, y no tiembles ante la idea
de vida que bien poco te pide, atrás
quedan la tierna edad y su flor, a fuer
de la árida vejez que amores
mata lascivos y el sueño fácil.
No siempre primavera en las flores hay
ni siempre brilla rubia en su misma faz
la luna, ¿a qué fatigas tu alma
mínima que es con eternas cuitas?
¿Por qué, tumbándonos bajo el alto aquel
plátano o pino así, sin porqué, y loción
de rosa echando a nuestras canas,
mientras se puede, y con nardo sirio
ungidos no bebemos? Disipa el dios
del vino hambrientas penas. ¿Qué mozo va
más pronto a rebajar las copas
de arduo falerno con agua fresca?
¿Quién va a sacar a Lide la meretriz
fina de casa? Dile que venga aquí,
con lira de marfil, peinada
a la espartana su lindo moño.
El poeta Horacio dedica esta oda, escrita en estrofas alcaicas de cuatro versos de dos hendecasílabos, un eneasílabo y un decasílabo, a un tal amigo suyo Hirpinio Quincio, al que aconseja que no se preocupe por la actualidad del momento: ni por las guerras cántabras en occidente ni por los escitas del oriente, pues esas preocupaciones envenenan los goces presentes. La juventud y la belleza duran poco.
Reaparecen aquí los temas clásicos horacianos de la brevedad de la vida y el carpe diem. Frente a esas preocupaciones lo más aconsejable es entregarse a los goces del simposio a la sombra generosa de algún árbol -imagen del jardín de Epicuro-, pues Baco, que es el dios del vino, mata las penas. Y hay que hacerlo no sin la compañía de la música y la poesía, eso es lo que sugiere la imagen de la ebúrnea lira, y el amor mercenario de una cortesana griega.
Una muy docta y curiosa traducción que consulto en prosa española debida a un tal padre Urbano Campos, titulada “Horacio español o poesías líricas de Q. Horacio Flaco”, fechada en 1834 en Barcelona, ofrece el siguiente epítome de la oda: No te rompas la cabeza, Hirpino, con impertienentes nuevas: ni te afanes con la vida, que con poco se contenta. Huye la edad florida: apresura el paso la seca y marchita vejez. Sirven casi a un tiempo de cuna y tumba a las flores sus capullos: padece sus crecientes y menguantes la luna. ¿Para qué pues te introduces en la eterna divina providencia? En esta amenidad bebamos ungidas las cabezas. Destierre el vino las molestias. ¿Quién aguará el Falerno?
Reaparecen aquí los temas clásicos horacianos de la brevedad de la vida y el carpe diem. Frente a esas preocupaciones lo más aconsejable es entregarse a los goces del simposio a la sombra generosa de algún árbol -imagen del jardín de Epicuro-, pues Baco, que es el dios del vino, mata las penas. Y hay que hacerlo no sin la compañía de la música y la poesía, eso es lo que sugiere la imagen de la ebúrnea lira, y el amor mercenario de una cortesana griega.
Quid bellicosus Cantaber et Scythes,
Hirpine Quinti, cogitet Hadria
diuisus obiecto, remittas
quaerere nec trepides in usum
poscentis aeui pauca: fugit retro
leuis iuuentas et decor arida
pellente lasciuos amores
canitie facilemque somnum.
non semper idem floribus est honor
uernis neque uno luna rubens nitet
uoltu: quid aeternis minorem
consiliis animum fatigas?
cur non sub alta uel platano uel hac
pinu iacentes sic temere et rosa
canos odorati capillos,
dum licet, Assyriaque nardo
potamus uncti? dissipat Euhius
curas edacis. quis puer ocius
restinguet ardentis Falerni
pocula praetereunte lympha?
quis deuium scortum eliciet domo
Lyden? eburna, dic age, cum lyra
maturet, in comptum Lacaenae
more comas religata nodum.
Hirpine Quinti, cogitet Hadria
diuisus obiecto, remittas
quaerere nec trepides in usum
poscentis aeui pauca: fugit retro
leuis iuuentas et decor arida
pellente lasciuos amores
canitie facilemque somnum.
non semper idem floribus est honor
uernis neque uno luna rubens nitet
uoltu: quid aeternis minorem
consiliis animum fatigas?
cur non sub alta uel platano uel hac
pinu iacentes sic temere et rosa
canos odorati capillos,
dum licet, Assyriaque nardo
potamus uncti? dissipat Euhius
curas edacis. quis puer ocius
restinguet ardentis Falerni
pocula praetereunte lympha?
quis deuium scortum eliciet domo
Lyden? eburna, dic age, cum lyra
maturet, in comptum Lacaenae
more comas religata nodum.
Una muy docta y curiosa traducción que consulto en prosa española debida a un tal padre Urbano Campos, titulada “Horacio español o poesías líricas de Q. Horacio Flaco”, fechada en 1834 en Barcelona, ofrece el siguiente epítome de la oda: No te rompas la cabeza, Hirpino, con impertienentes nuevas: ni te afanes con la vida, que con poco se contenta. Huye la edad florida: apresura el paso la seca y marchita vejez. Sirven casi a un tiempo de cuna y tumba a las flores sus capullos: padece sus crecientes y menguantes la luna. ¿Para qué pues te introduces en la eterna divina providencia? En esta amenidad bebamos ungidas las cabezas. Destierre el vino las molestias. ¿Quién aguará el Falerno?
En
el texto latino y en el epítome castellano se ha suprimido la última
estrofa que menciona a una prostituta llamada Lide por obvias razones de
censura. El reverendo padre lo advierte en el prólogo: “Que falten las odas y versos
obscenos de este poeta en esta traducción, nadie lo debe admirar por
mi estado, por dirigirse especialmente al uso de la juventud, y por
ser el idioma vulgar. A más que ya otros me abrieron tan cristiano
camino. Cuando se encuentre algún asterisco al fin de alguna oda, es
señal de que lo que falta es menos decente.”
No le parecía seguramente muy decente al traductor -traduttore, traditore- la mención del amor mercenario de una cortesana griega, "no callejera", como traduce Moralejo el deuium scortum horaciano que otros interpretan como "perdida prostituta" (Alfonso Cuatrecasas) y "descarriada meretriz" (Vicente Cristóbal).
Hay que advertir que el término neutro "scortum" que se traduce por ramera o prostituta, significa literal y despectivamente "pellejo", y que "prostituta" es literalmente la que se planta (statuo) delante (pro), la que se ofrece al cliente como mercancía. El carácter de hetaira griega, viene subrayado por su nombre Lide, por la mención de la lira de marfil y por el elegante peinado del cabello según la moda espartana.
No le parecía seguramente muy decente al traductor -traduttore, traditore- la mención del amor mercenario de una cortesana griega, "no callejera", como traduce Moralejo el deuium scortum horaciano que otros interpretan como "perdida prostituta" (Alfonso Cuatrecasas) y "descarriada meretriz" (Vicente Cristóbal).
Hay que advertir que el término neutro "scortum" que se traduce por ramera o prostituta, significa literal y despectivamente "pellejo", y que "prostituta" es literalmente la que se planta (statuo) delante (pro), la que se ofrece al cliente como mercancía. El carácter de hetaira griega, viene subrayado por su nombre Lide, por la mención de la lira de marfil y por el elegante peinado del cabello según la moda espartana.
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