¿Pero dónde se ha
visto un cántabro estoico? Se pregunta Juvenal en su sátira número
XV, en la que habla de los váscones o vascones, que habitaban la Tarraconense, una de las varias Españas de entonces,
cuya capital era Calahorra, bárbaros que en los años 72 y 73 antes de Cristo,
durante la guerra de Sertorio, llegaron, al decir de Valerio Máximo,
a matar y a comerse a sus mujeres y a sus hijos para sobrevivir del hambre atroz
provocada por el largo asedio, y a los que el poeta identifica con los antiguos cántabros.
Los cántabros, equiparados y confundidos con los
vascones o váscones, que eran sus vecinos, no conocían según Juvenal la doctrina de Zenón,
el príncipe del estoicismo que predicó en el Pórtico o στοά (stoá) de Atenas. El estoicismo permitía el suicidio que no practicaron los bárbaros hispanos como salida
digna en caso de necesidad extrema pero prohibía tajantemente la antropofagia que sí practicaron comiéndose a sus mujeres y a sus vástagos. ¿Por qué no
había ningún cántabro estoico, es decir, civilizado al decir de Juvenal? Porque en
aquellos tiempos todavía no había llegado hasta ellos ninguna de
las dos Atenas o formas culturales de raigambre helénica, ni la griega propiamente dicha ni la romana, que eran al fin
y al cabo la misma: una e idéntica cultura.
Los cántabros tenían fama de salvajes y
por lo tanto de poco estoicos en el sentido de civilizados, es decir, romanizados y helenizados, por haber sido el último de los pueblos de
la península ibérica en someterse al imperio de la loba romana.
Ruinas de Julióbriga (Cantabria)
Se decía, por ejemplo,
que la tribu cántabra de los cóncanos bebía la sangre de un
animal tan noble como el caballo (et laetum equino sanguine Concanum), cuya posesión confería nobleza al
eques o caballero
romano, que nunca podría entender tal barbaridad.
Sin embargo eso era antes de la romanización. Nunc
totus Graias nostrasque habet orbis Athenas:
Todo el mundo ya tiene su Atenas, la griega y la nuestra, concluye
Juvenal. Todo el mundo, incluida Cantabria.
Calzada romana de de Somaconcha a Bárcena de Pie de Concha a lo largo de cinco quilómetros.
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