Un cuento popular francés de tradición oral de la Aquitania pone de manifiesto la colpofobia o miedo del varón al sexo femenino, que se asocia con la dulzura de la miel por un lado, como sugiere la metáfora del título, pero por otro se figura como si fuera una rabiosa colmena de abejas o quizá más propiamente un avispero, cuyas inquilinas van a picar sin misericordia a quien intente arrebatarles su preciado y melifluo producto. Igual que no hay rosa sin espinas, según el dicho popular, tampoco hay miel sin picadura de la abeja.
Es muy antigua la metáfora del amor “melle dulcior”, más dulce que la miel, que decían los romanos. Ya la poetisa griega Safó por su parte declaró a Eros, el dios del Amor, como “agridulce”, dulce y amargo a la vez, mas no lo dijo en dos palabras, sino en una sola que inventó: dulciamargo (γλυκύπικρον), en aquellos dos versos que Ferraté tradujo: “Otra vez Eros, el que afloja/ los miembros, me atolondra, dulce/ y amargo, irresistible bicho”; y García Calvo: “Héme aquí que me aguija atormentador,/ dulceamarga insufrible alimaña amor”.
La expresión “luna de miel” que es un préstamo del inglés “honeymoon”, donde está atestiguada desde 1546, relaciona entre nosotros la miel con los placeres del amor. “Luna” es sinónimo de mes lunar o lunación, es decir, del tiempo comprendido entre dos conjunciones consecutivas de la Luna con el Sol, que suele ser 29 días y pico. La miel hace referencia a la dulzura de ese período en que los recién casados se aíslan del mundo y emprenden un viaje para consagrarse a los deleites afrodisiacos. En francés el término “lune de miel” aparece en 1747 en el Zadig o El Destino de Voltaire: “Zadig experimentó que el primer mes del matrimonio es la luna de miel y que el segundo es la luna de ajenjo”. Entre nosotros, Ramón Pérez de Ayala publica en 1923, cuando ya estaba la expresión bastante generalizada, su Luna de miel, luna de hiel.
El cuento de la moza que tenía miel en el culo es un relato folclórico, popular y anónimo, de la región del Quercy, que pone de manifiesto ese miedo o pavor ante lo desconocido, ante el misterio que guardaba la moza entre las piernas (o más en concreto “au cul”, como dice la versión del cuento que leo en “Contes licencieux de l' Aquitaine” de Antonin Perbosc). Este relato popular puede relacionarse con el síndrome de la “uagina dentata”, o vagina provista de dientes como si fuera una boca devoradora de hombres y que culmina una relación sexual emasculando al varón, es decir, castrándolo.
El cuento de la moza y la miel, además de reflejar la colpofobia o “metus cunni” del varón, se burla del rico, por ser bastante simple de espíritu, mientras que el pobre pero sobrado de astucia conseguirá al apartar a su rival, que tiene miedo de lo desconocido y se imagina lo peor, el trofeo de la dama y el botín del tesoro que oculta entre sus piernas.
El momento crucial del relato es cuando el atolondrado decide comprobar si es verdad lo que se dice de la moza, y esta se quita el refajo y deja ver la mancha en la camisa de una zurrapa que su adinerado amante no ve como tal, como lo que es, sino como lo que temía, y es que cuando se mira una cosa con un prejuicio, no se ve esa cosa, sino la idea preconcebida que de ella se posee. Ve la miel que corrobora la temida presencia de la colmena o del avispero y no el escatológico palomino...
Pero leamos el cuento, como si estuviéramos oyéndolo de viva voz por primera vez, y dejemos que cuente lo que tiene que contar:
Érase una vez... una moza que tenía dos pretendientes que le hacían la corte. Jóvenes ambos, no muy mal parecidos, el uno era rico pero bastante corto de entendederas, mientras que el otro galán era pobre pero muy espabilado.
Un día este último, al que no le faltaba el ingenio, le dijo a su rival: “Se dice por ahí que Melibea tiene un panal de miel en el culo. ¿No te has fijado en cómo se rasca las partes? Yo, en tu lugar, no me acercaría mucho a ella por si acaso.”
El imbécil al que le sobraba el dinero corrió enseguida a preguntar a la moza si aquello era verdad, pues había visto que a veces se refregaba la entrepierna, lo que daba lugar a las habladurías de la gente.
-“Corre el rumor, le dijo, de que tienes una colmena entre las piernas, mi amor. Antes de ir más lejos y llegar a algo más contigo, me gustaría saber si eso es cierto.”
-“Lo tienes muy fácil, dijo ella riéndose del miedo de su pretendiente, no tienes más que meter la nariz ahí adentro tú mismo y comprobarlo, pero teniendo mucho cuidado de que no te piquen.... las avispas. ”
Acto seguido, la moza se levantó el refajo sin ningún remilgo y sin mucho miramiento, y dejó ver un indiscreto lamparón en su camisa, que no se hallaba precisamente muy limpia por detrás.
-“¡Vade retro, Satanás! No hace falta que me enseñes nada más, dijo el lerdo al ver la zurrapa de la camisa de su novia. Cuando se ve el pastel, añadió, la colmena no puede andar muy lejos.”
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