martes, 21 de enero de 2020

viernes, 20 de diciembre de 2019

¡Adiós, Educación!

¡Adiós, I(n)stituto! (Se me atraganta tanto esa nasal pedante que a punto he estado de omitirla definitivamente) ¡Y adiós a todos los I(n)stitutos de Educación Secundaria, que antes, con más honesta denominación, fueron primero de Enseñanza Media y después (Nacionales) de Bachillerato, como el de Camargo donde yo estudié, o, ejerciendo ya como profesor de lenguas clásicas, el Villajunco, el nocturno del Pereda, el de Castañeda, el Fernando Zóbel de Cuenca, el Besaya de Torrelavega, el de Astillero, el Lope de Vega de Cayón, el Santa Clara diurno y nocturno,  donde acuñamos el  lema de 'carpe noctem', para acabar recayendo otra vez aquí en este de Cayón, liceos por los que tantos de mis antepasados transitaron alguna vez intentando enseñar algo de latín a los bachilleres, muy poco a la sazón y cada vez menos debido a la resistencia de la sociedad y los sucesivos planes de enseñanza!


¡Adiós, leyes educativas españolas, siete, si no recuerdo mal y no me confundo haciendo la cuenta, que he padecido en mis propias carnes en los últimos cuarenta años, que se dice pronto, y adiós sobre todo a la peor de todas ellas, que es la actual porque, no hace falta razonarlo mucho, es la vigente y la que ahora nos fatiga! ¡Adiós, Boletín Oficial del Estado, donde aparecíais promulgadas, y B.O.C., su fiel vasallo palanganero de Cantabria! 



¡Adiós, circulares de comienzos y finales de curso del servicio(?) de I(n)spección de la Delegación del MEC y luego de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte, idéntico perro con distinto collar nominal! 

¡Ah, qué alivio siente uno al salir, por fin, del engendro ese de la Plataforma Integral Educativa, inserta en la Red Informática Universal, que bautizaron con el no poco significativo nombre de una enredadera trepadora! ¡Bórrame de todos tus registros, maldita Yedra; desenrédame y olvídate de mi persona, que yo ya me he olvidado de ti y te borro para siempre! 

¡Adiós, calendarios y horarios escolares con sus períodos lectivos y de vacaciones que sólo sirven para dorar la píldora nociva del bolo educativo! ¡Adiós, patios de colegio cerrados a cal y canto y vigilados como si fueran campos de concentración, muchos ya hasta videovigilados, durante los ridículos segmentos de recreo! ¡Adiós,  aulas que os habéis convertido en jaulas de reclusión de menores y guarderías a tiempo parcial donde florece el aburrimiento de las nuevas tecnologías al servicio de las viejas servidumbres! 

¡Adiós a toda la maldita burocracia y la pestilente parafernalia de programaciones y memorias de papeleo responsable de la tala innecesaria de tantos árboles y bosques! ¡Adiós, proyectos educativos y curriculares, claustros, consejos escolares y sesiones de evaluación cualitativas y cuantitativas, comisiones de coordinación (en realidad,  subordinación) pedagógica y reuniones de equipos docentes interdisciplinares y pluridepartamentales, de todo lo que hay que levantar acta para que conste para nada! ¡Adiós a toda esa jerga grecolatina pedopsicagógica o psicopedagógica, tanto monta, que oculta bajo la alfombra de un vocabulario supuestamente especializado la más completa vacuidad y la más zafia ignorancia y ñoñería!  




¡Adiós,  patrullas por los pasillos y guardias en las aulas,  actividades extraescolares de los profes guais -"qué buenos son que nos llevan de excursión" para que se soporte y haga más llevadera la reclusión y la incursión-, reuniones de departamento, proyectos educativos, proyectos escolares y proyectos y más proyectos incluidos en las Pegeás (Programaciones Generales Anuales)! ¡Adiós, planes de mejora y competencias incompetentes, semanas culturales, guardias y más guardias, objetivos, contenidos, unidades didácticas en vez de lecciones, y estándares educativos que con su pomposa palabrería rimbombante sólo recubren la inanidad más absoluta, la devaluación continua del propio sistema, y que resuenan con la monserga de su verborrea como un estentóreo pedo en un botijo vacío y retumbante que diría Ferlosio!

¡Adiós, educación, en vez de enseñanza! A mí siempre me ha gustado la docencia, sí, pero no la educación ni la devaluación continua de la enseñanza a la que asistimos ahora, porque es educarlos lo que la sociedad demanda que hagamos los profesores con los alumnos, maleducados por sus padres como vienen, para lo que no hace falta enseñarles casi nada más que buenos modales y comportamiento. 

¡Adiós, pues, sistema educativo, corruptor de menores, que, so pretexto de prepararlos para el incierto día de mañana y el futuro, que es la muerte, los haces entrar como fierecillas domadas a fuerza de exámenes y evaluaciones, malditos sean los unos y las otras y la madre que los parió a todos y todas juntos, por el aro  del desorden establecido, como Dios manda! 



Adiós, por último,  last but not least, colegas y alumnos, alumnos a los que no he conseguido pese a todos mis empeños enseñar ni una sola palabra de latín, y que habéis soportado mis chapas hasta la saciedad. Si no me da ninguna pena despedirme de los I(n)stitutos, cosa que, por el contrario, me llena de júbilo ahora que estoy, en efecto, a punto de jubilarme -y jubilarse es regocijarse, no por la satisfacción de haber trabajado ni por los manidos tópicos del "merecido descanso" y el "deber cumplido", sino por no tener ya que trabajar más-, sí me entristece y mucho, lo confieso, despedirme de algunos de vosotros a los que quizá no volveré a ver, sobre todo a aquellos con los que he tenido más trato y conversación a lo largo de estos muchos años, pero parece que así tiene que ser la cosa, ya que lo uno va con lo otro, hasta tal punto están entrelazadas las relaciones con las personas dentro del marco de las i(n)stituciones. 

El caso es que así se confunden en mí ahora los sentimientos, y es esta confusión lo que quería compartir ahora por último con vosotros: el "odi et amo" simultáneo de Catulo que os comentaba el último día de clase en segundo de bachillerato: la alegría de dejar la i(n)stitución académica por el odio que le profeso y la tristeza, por el cariño que guardo,  de perder  la compañía y el trato que me habéis dado hasta ahora. 

Nunca me han gustado las despedidas, pero no iba a irme tampoco sin despedirme de vosotros, a la francesa. Así que: adiós, pues, también a vosotros, alumnos y compañeros; adiós, que quiere decir, perdonadme la última pedantería: con Dios: eso quiere decir adiós: que con Dios os quedéis, que os vaya bien con Él, que yo... me voy a no sé dónde, a sabe Dios dónde, a Dios sabe dónde.

Os dejo con este Adeus gallego, que a fin de cuentas también es latino, de Nuestro Pequeño Mundo, que viene bien para el caso:


Y aquí os quedan estas humildes páginas electrónicas, abiertas hasta que Blogger disponga de ellas,  por si a alguien le sirven para algo, que eso nunca se sabe, pero excuso decir que no habrá a partir de ahora mismo más actualizaciones.  

miércoles, 18 de diciembre de 2019

NON MVLTA SED MVLTVM y La niña de tus ojos

Se formula con estas cuatro palabras latinas non multa sed multum (No muchas cosas, sino mucho) un lema pedagógico bastante descuidado, que defiende que la verdadera cultura o quizá mejor la inteligencia de las cosas no consiste en acumular muchos conocimientos, porque no se basa en su cantidad, sino en su calidad: vale más poco pero a fondo que mucho pero sin la debida profundización: no hay que aprender muchas cosas, sino mucho, que no es lo mismo. 

Ya Plinio el Joven, por ejemplo, decía que había que leer mucho, no muchas cosas multum legendum esse non multa, donde “mucho” quiere decir en profundidad, y “muchas cosas” alude a una pluralidad superficial, lo que nos trae a la memoria enseguida aquel fragmento de Heraclito de Éfeso que viene a decir que los conocimientos enciclopédicos no nos enseñan a tener inteligencia: πολυμαθίη νόον ἔχειν οὐ διδάσκει. Heraclito contrapone el concepto de polymathía o plurisciencia enciclopédica al de nóos o inteligencia de las cosas. 

Pero es Quintiliano quien lo formula en latín más claramente: la mente ha de ser formada con mucha lectura más que con lectura de muchas cosas: multa magis quam multorum lectione formanda mens

oOo



Las niñas de tus ojos: La palabra pupila procede del latín pupilla, que es el diminutivo de pupa, palabra que significa “muñeca” (de donde el francés poupée y también “niña”. ¿Hay alguna relación entre las pupilas del ojo, esas “aberturas situadas en el centro del iris, por las que entra la luz en el ojo”, como las define el diccionario, y las muñecas o las niñas que la palabra significa? 

 Alguna relación parece que tiene que haber para que eso sea así. Cuando miramos, en efecto, a los ojos a la persona que tenemos en frente, nos vemos reflejados en su pupila como en un espejo: vemos en el agujero, por donde le entra la luz al ojo, nuestra diminuta figura, reducida como si se tratara de un muñeco. 

Comenta Corominas, a propósito de la palabra castellana “niño”, creación expresiva del romance antiguo “ninnus”, que la alusión a la pupila de “niña del ojo” es una metáfora internacional, presente en latín, en griego (κόρη) y en egipcio arcaico, y que se halla extendida por lenguas de las más varias familias en todo el mundo, y que se explica por nuestra imagen reflejada en la pupila del interlocutor. 

Uno no puede verse a sí mismo si no es a través de un espejo, y de alguna manera la pupila del ojo ajeno es el primer espejo en el que nos reflejamos, mucho antes de que se hayan inventado los espejos y hayamos descubierto en el agua nuestro reflejo como Narciso. 

No puede conocerse uno a sí mismo como ordenaba el frontón del templo de Apolo en Delfos (nosce te ipsum, γνῶθι σαυτόν) en la pupila del otro, porque no puede ser sujeto y objeto de conocimiento sin pasar por la observación de otro sujeto, pero sí podemos reconocernos en el otro.

martes, 17 de diciembre de 2019

Últimos cabos sueltos

Para el Día de la Felicidad: Resulta sarcástico que la ONU, que es la mayor organización política internacional de nuestro mundo, declare una fecha anual, el 20 de marzo, día internacional de la felicidad: international day of happiness, en la lengua del Imperio. Antes de ponerse a celebrarlo a bombo y platillo sin ningún criterio, habría que preguntarse Socratico more qué es la felicidad, no vaya a ser que festejemos sin ton  ni son sabe Dios qué. ¿Qué es, en efecto, la felicidad de verdad, la verdadera felicidad, no la moto que nos venden, no esos numerosos sucedáneos que se compran en los centros comerciales, torpes simulacros?
 
Y, lanzada la pregunta al aire, deberíamos  reconocer humildemente que "saber, nada sabemos", no sabemos qué es la felicidad, por lo que no podemos celebrarla alegremente sabiendo lo que estamos celebrando, como nos gustaría, pero, en cambio, sí intuimos que, sea lo que sea, choca visceralmente con la realidad del mundo que nos toca vivir. La felicidad es imposible precisamente porque es incompatible con la realidad. Son antitéticas, la una es negación de la otra y viceversa. Nosotros mismos, en cuanto seres reales que somos, valga la redundancia, no podemos ser felices, así de claro y sencillo, señores y señoras de la Organización de las Naciones Unidas. 






De monarquías, oligarquías y democracias.  Decía Plutarco que había tres regímenes políticos o formas de gobierno de los pueblos, que eran, a saber, la monarquía (μοναρχία), como entre los persas, la oligarquía (ὀλιγαρχία), como en Esparta, y la democracia (δημοκρατία), como se dio en Atenas, cuyas perversiones engendraban tiranías, dinastías y oclocracias respectivamente, coincidiendo grosso modo con la teoría política de Platón y Aristóteles. 

Bien conocidas las degeneraciones de monarquías y oligarquías a lo largo de la historia, veamos qué es eso de la oclocracia, que es la perversión de la democracia, la forma de gobierno vigente hoy en casi todo el mundo bajo la atenta vigilancia imperial de los Estados Unidos de América y sus aliados. 


¿Qué es el gobierno del oclos en el que degenera según Plutarco el demosOclos es el pueblo convertido en multitud, chusma, muchedumbre, plebe, mayoría o vulgo no carente de educación, sino maleducado, es decir,  adoctrinado, prácticamente analfabeto a fuerza de alfabetización y manipulación mediática, porque hoy no se libra ni Dios de la Educación, que es obligatoria como antaño lo fue el servicio militar para los varones. Así pues, la oclocracia no es una enfermedad degenerativa de la democracia, sino la realización de su esencia misma.

Yerra Plutarco también cuando añade que la  democracia extrema engendra anarquía, equiparando esta última con la oclocracia, el desgobierno con el malgobierno,  pues la anarquía, por definición, es la ausencia de gobierno sobre el pueblo, mientras que la oclocracia, como queda dicho, no deja de ser una forma de gobierno apoyada por el voto mayoritario de un número conforme y manipulado que se impone de modo totalitario a la totalidad de la población. Si el oclos es el pueblo convertido en electorado que delega su voto irresponsablemente en sus presuntos representantes, la democracia de verdad no engendraría anarquía, sería la auténtica anarquía, acracia o ausencia de un gobierno, que sería innecesario.

lunes, 16 de diciembre de 2019

De Aquiles o el paradigma heroico (y 2)

Fue, pues, Aquiles a la guerra de Troya, donde luchó contra los troyanos hasta que Agamenón le arrebató a la esclava Briseida que le había correspondido en el reparto del botín. Entonces se apartó del combate. Ahí comienza su homérica cólera contra Agamenón. Rogará a su madre que le suplique a Zeus que castigue a los griegos. Y Tetis se acercará al soberano del Olimpo y abrazará sus rodillas suplicante.

 Júpiter y Tetis, Dominique Ingres (1811)

Zeus otorgará una victoria a los troyanos, que castiga así el agravio inferido a Aquiles. Su amigo Patroclo intentó detener la ofensiva troyana vistiendo las armas de Aquiles, pero Héctor, creyendo que era Aquiles, lo mató. Aquiles, encolerizado, decide volver entonces a la batalla y reta a Héctor a un combate singular. Su madre le advierte de que si venga la muerte de su amigo y llega a dar muerte a Héctor, él también morirá, pues está escrito que su destino seguirá inmediatamente al del héroe troyano una vez muerto. Aquiles tiene pues la posibilidad de salvar la vida, pero le dice a su madre que no podría vivir así, sin vengar la muerte del que amaba, viviendo como un cobarde por miedo precisamente a su propia muerte. “Muerto me quede al momento” le dice a su madre “si no cumplo con mi deber, que es dar muerte al enemigo, “mas yago al par de las naves cual fardo baldío de tierra”  (Ilíada, XVIII, 104).

Combate de Aquiles y Héctor, c. 490 a. C.

Aquiles, por lo tanto, puede elegir entre una vida extensa y anodina en el sentido de desprovista de la gloria de una acción heroica o breve pero intensa y gloriosa, y elegirá esta última opción, como ya hizo en el gineceo de Esciro cuando vio las armas deslumbrantes que le mostró Ulises y oyó la llamada del clarín marcial. Así pues, venga la muerte de su amigo Patroclo, dando muerte a Héctor, cuyo cuerpo arrastrará ante las murallas de Troya a la vista de sus padres, esposa y amigos. 


Apolo no se lo perdonó, por eso guió una flecha de Paris al talón del héroe, su único punto vulnerable, y lo mató. Cierto es que Aquiles ha sido interpretado de muchas maneras a lo largo de la historia: ha servido, entre otras cosas, para justificar el sacrificio de los soldados en la guerra así como para justificar la brutalidad de la propia guerra, pero aquí nos interesa otra faceta: la de su preferencia por la intensidad de la vida y no por su extensión. Se cumplía así la profecía: Aquiles moriría poco después de Héctor en la guerra de Troya. 

Pero no había sido un destino fatídico e inevitable el suyo: él lo había elegido: ahí radica su heroísmo: prefirió una vida breve pero intensa, que larga y desprovista de gloria. Se interpreta a veces la decisión de Aquiles como una aceptación trágica y fatal de la muerte, lo que desde luego es cierto: su madre le dice que si mata a Héctor él morirá irremisiblemente después. Pero, como nos recuerda Sócrates en la apología platónica, la elección que hace de morir joven no es errónea, es simplemente una decisión que toma conscientemente y que no está basada en la creencia de que la muerte sea un mal, cosa que no está probada, porque no sabemos algo de lo que no tenemos experiencia previa.

sábado, 14 de diciembre de 2019

De Aquiles o el paradigma heroico (I)

Aquiles o Aquileo es el hijo de una diosa del Océano, la ninfa marina Tetis,  y de un mortal, Peleo, rey griego de Ptía, en Tesalia. Ya en el banquete de boda de Tetis y Peleo, quienes serán los padres del semidiós, se produce un incidente aparentemente insignificante pero que acabará desencadenando, a la larga, el primer conflicto bélico mundial de la historia y literatura de Occidente: la guerra de Troya, en la que el héroe acabará al correr de los años descollando y falleciendo.

En efecto, los novios invitaron a todos los dioses a celebrar sus nupcias pero se olvidaron de Eris, la Discordia, la cual lanzó una manzana de oro sobre la mesa con una inscripción grabada en ella que decía “para la más hermosa”, que provocó la rivalidad entre tres de las diosas presentes: Hera, Afrodita y Atenea. Como no se ponían de acuerdo, ya que las tres querían el título que otorgaba la posesión de la codiciada manzana áurea, le pidieron a Zeus que dictaminase él quién de las tres merecía el galardón: pero él se desentendió por no tener problemas con las dos restantes, por lo que decidió que resolviera Paris, un mortal, quién de las tres diosas era la más hermosa: las tres se presentan ante el juez y las tres le sobornan: Atenea le ofrece gloria militar, Hera el poder, y Afrodita, a la mujer más hermosa del mundo a cambio de su elección. Paris no lo duda: elige a Afrodita como la diosa más hermosa y la hace merecedora de la manzana de la Discordia. Su premio será Hélena, la reina de Esparta, esposa de Menelao. 


Pero Paris no era un simple pastor, sino ante todo un príncipe troyano. Cuando vaya a Esparta en misión diplomática de paz, Hélena se enamorará de él y se fugará con él, lo que desencadenará la guerra, la guerra aborrecida por las madres, como cantó el poeta. Para Menelao y para todos los griegos se trata de un secuestro, por lo que se unirán todos en torno a la figura de Agamenón para ir a rescatar a Hélena, que se convierte así en casus belli: Ya lo dijo Horacio. Nam fuit ante Helenam cunnus taeterrima belli / causa. Hubo antes otras guerras por la posesión de una mujer (el "coño", dice literalmente el poeta aludiendo al todo con la mención de la parte), pero ésta sin duda será la más sangrienta y cruel. 

Aquiles será sumergido recién nacido en la laguna estigia por su madre para hacerlo inmortal, pero al hundirlo en sus aguas sujetándolo por el talón logrará que todo su cuerpo sea inmortal salvo precisamente el talón, su punto vulnerable, el talón de Aquiles.

 Tetis sumergiendo a Aquiles niño en la laguna estigia.

En la Ilíada Homero, sin embargo, no menciona nunca este detalle ni que Aquiles sea invulnerable. Cuando se representa su muerte en el arte griego, siempre aparece muerto víctima de un flechazo, ya sea en el torso o en el talón, por lo que parece que la leyenda del talón de Aquiles es un añadido posterior. 

Una profecía decía que Aquiles moriría en la guerra de Troya, por lo que sus padres trataron de protegerlo de ese fatídico destino evitando que se uniera a la expedición comandada por Agamenón para recuperar a la raptada Hélena, la mujer más bella del mundo. Como no querían que muriera en la guerra, decidieron ocultarlo en la isla de Esciro en el gineceo del rey Licomedes, vestido como una niña entre las numerosas hijas del rey. De hecho la llamaban Pirra, la pelirroja, porque sus cabellos eran del rubio color del fuego. Allí al futuro héroe, oculto entre las doncellas como una más, se le planteará el dilema de si llevar en Esciro una vida confortable y cómoda renunciando a su futuro heroísmo, o ir a la guerra donde se encontraría irremediablemente con su Parca. 

Los griegos, que sabían por otro oráculo que sólo podrían ganar la guerra con la ayuda de su mejor guerrero, que era Aquiles, enviaron a Diomedes y a Odiseo en su busca y captura, quienes se introdujeron en dicho palacio disfrazados astutamente de mercaderes. Llevaban vestidos y joyas para las mujeres y... unas armas que enseguida deslumbraron a la ambigua muchacha que era Aquiles, lo que hizo que se descubriera y mostrara quién era, a pesar del amor que sentía por una de sus amigas, la princesa Deidamía, a la que dejaba embarazada. 


Cuentan también que el astuto Ulises hizo sonar un clarín marcial que llamaba a la guerra y que asustó a las mujeres, pero que hizo que el hijo de Tetis, poseído de ardor guerrero,  empuñara la espada, y resolviera el dilema que se le planteaba a favor de una vida breve pero intensa, coronada por la gloria. Deidamía, embarazada como está, intentará retenerlo, pero sabe que su intento está abocado al fracaso. El hijo de Tetis ha decidido que no quiere la seguridad de la vida regalada que le brindaba el gineceo del palacio del rey Licomedes.

domingo, 8 de diciembre de 2019

Del español en el mundo y de Campoamor

Lo importante de las lenguas no es tanto el número de sus hablantes, o sea la cantidad, cuanto lo que se ha llegado o se llega a expresar en ellas, es decir, la calidad de los contenidos que han expresado.

Por esa misma razón algunas de las llamadas lenguas "muertas", como el sánscrito, el griego clásico o el latín entre nosotros, están más vivas que muchas de las que hablamos hoy en día: por la importancia de las cosas que se han dicho y escrito en ellas. Por eso esas lenguas no han muerto todavía, son eternas.



Leo por ahí que el español, o más propiamente el castellano, es una lengua minoritaria todavía en la Red, en comparación con el inglés o el chino, lenguas en las que se redactan miles de páginas electrónicas. No debería preocuparnos mucho esto, porque, como hemos dicho más arriba, lo importante de una lengua no es que se hable o se escriba mucho, sino que en ella se expresen cosas bellas y verdaderas, o, por lo menos, si no se puede expresar la verdad, que eso parece imposible, palabras que denuncien las mentiras que se disfrazan y travisten de verdades, sobre las que se cimienta la realidad de nuestro mundo.


En una de sus rimas más acertadas, el poeta asturiano don Ramón de Campoamor (1817-1901) nos da el consejo de un hombre experimentado, un viejo, a los jóvenes:

Pues que tanto te admira
el saber de los viejos, 
voy a darte el mejor de los consejos: 
cree sólo en esta verdad: "todo es mentira".

Sin embargo, los versos que más se suelen recordar de él, que los citan incluso gentes que nunca han oído hablar de Campoamor, son aquellos, que también vienen aquí a cuento,  aunque contradicen a los primeros:

Que en este mundo traidor
nada hay verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.

Entre sus muchas coplas algunas aciertan a decir algo dentro de su prosaísmo con gracia y entendimiento, como por ejemplo:

Al pintarte el amor que por ti siento
suelo mentir, pero no sé que miento. 

 oOo

¿Es sueño o realidad lo que he vivido?
No lo sé, pues yo que hablo no estoy cierto
si al juzgarme despierto estoy dormido
o al creerme dormido estoy despierto. 

oOo


Una pequeña reflexión sobre la belleza, algo que sabemos también muy bien todos, esta perla de sabiduría de Campoamor: "la belleza sólo está / en los ojos del que mira". La belleza está en el interior... de los ojos del que mira. Y el que mira puede encontrarla tanto en el interior como en el exterior de lo mirado. Por la siguiente razón, porque, como bien dijo Campoamor: "Todo espectáculo está / dentro del espectador". También, dándole la vuelta al verso, todo espectador está dentro del espectáculo.