viernes, 20 de diciembre de 2019

¡Adiós, Educación!

¡Adiós, I(n)stituto! (Se me atraganta tanto esa nasal pedante que a punto he estado de omitirla definitivamente) ¡Y adiós a todos los I(n)stitutos de Educación Secundaria, que antes, con más honesta denominación, fueron primero de Enseñanza Media y después (Nacionales) de Bachillerato, como el de Camargo donde yo estudié, o, ejerciendo ya como profesor de lenguas clásicas, el Villajunco, el nocturno del Pereda, el de Castañeda, el Fernando Zóbel de Cuenca, el Besaya de Torrelavega, el de Astillero, el Lope de Vega de Cayón, el Santa Clara diurno y nocturno,  donde acuñamos el  lema de 'carpe noctem', para acabar recayendo otra vez aquí en este de Cayón, liceos por los que tantos de mis antepasados transitaron alguna vez intentando enseñar algo de latín a los bachilleres, muy poco a la sazón y cada vez menos debido a la resistencia de la sociedad y los sucesivos planes de enseñanza!


¡Adiós, leyes educativas españolas, siete, si no recuerdo mal y no me confundo haciendo la cuenta, que he padecido en mis propias carnes en los últimos cuarenta años, que se dice pronto, y adiós sobre todo a la peor de todas ellas, que es la actual porque, no hace falta razonarlo mucho, es la vigente y la que ahora nos fatiga! ¡Adiós, Boletín Oficial del Estado, donde aparecíais promulgadas, y B.O.C., su fiel vasallo palanganero de Cantabria! 



¡Adiós, circulares de comienzos y finales de curso del servicio(?) de I(n)spección de la Delegación del MEC y luego de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte, idéntico perro con distinto collar nominal! 

¡Ah, qué alivio siente uno al salir, por fin, del engendro ese de la Plataforma Integral Educativa, inserta en la Red Informática Universal, que bautizaron con el no poco significativo nombre de una enredadera trepadora! ¡Bórrame de todos tus registros, maldita Yedra; desenrédame y olvídate de mi persona, que yo ya me he olvidado de ti y te borro para siempre! 

¡Adiós, calendarios y horarios escolares con sus períodos lectivos y de vacaciones que sólo sirven para dorar la píldora nociva del bolo educativo! ¡Adiós, patios de colegio cerrados a cal y canto y vigilados como si fueran campos de concentración, muchos ya hasta videovigilados, durante los ridículos segmentos de recreo! ¡Adiós,  aulas que os habéis convertido en jaulas de reclusión de menores y guarderías a tiempo parcial donde florece el aburrimiento de las nuevas tecnologías al servicio de las viejas servidumbres! 

¡Adiós a toda la maldita burocracia y la pestilente parafernalia de programaciones y memorias de papeleo responsable de la tala innecesaria de tantos árboles y bosques! ¡Adiós, proyectos educativos y curriculares, claustros, consejos escolares y sesiones de evaluación cualitativas y cuantitativas, comisiones de coordinación (en realidad,  subordinación) pedagógica y reuniones de equipos docentes interdisciplinares y pluridepartamentales, de todo lo que hay que levantar acta para que conste para nada! ¡Adiós a toda esa jerga grecolatina pedopsicagógica o psicopedagógica, tanto monta, que oculta bajo la alfombra de un vocabulario supuestamente especializado la más completa vacuidad y la más zafia ignorancia y ñoñería!  




¡Adiós,  patrullas por los pasillos y guardias en las aulas,  actividades extraescolares de los profes guais -"qué buenos son que nos llevan de excursión" para que se soporte y haga más llevadera la reclusión y la incursión-, reuniones de departamento, proyectos educativos, proyectos escolares y proyectos y más proyectos incluidos en las Pegeás (Programaciones Generales Anuales)! ¡Adiós, planes de mejora y competencias incompetentes, semanas culturales, guardias y más guardias, objetivos, contenidos, unidades didácticas en vez de lecciones, y estándares educativos que con su pomposa palabrería rimbombante sólo recubren la inanidad más absoluta, la devaluación continua del propio sistema, y que resuenan con la monserga de su verborrea como un estentóreo pedo en un botijo vacío y retumbante que diría Ferlosio!

¡Adiós, educación, en vez de enseñanza! A mí siempre me ha gustado la docencia, sí, pero no la educación ni la devaluación continua de la enseñanza a la que asistimos ahora, porque es educarlos lo que la sociedad demanda que hagamos los profesores con los alumnos, maleducados por sus padres como vienen, para lo que no hace falta enseñarles casi nada más que buenos modales y comportamiento. 

¡Adiós, pues, sistema educativo, corruptor de menores, que, so pretexto de prepararlos para el incierto día de mañana y el futuro, que es la muerte, los haces entrar como fierecillas domadas a fuerza de exámenes y evaluaciones, malditos sean los unos y las otras y la madre que los parió a todos y todas juntos, por el aro  del desorden establecido, como Dios manda! 



Adiós, por último,  last but not least, colegas y alumnos, alumnos a los que no he conseguido pese a todos mis empeños enseñar ni una sola palabra de latín, y que habéis soportado mis chapas hasta la saciedad. Si no me da ninguna pena despedirme de los I(n)stitutos, cosa que, por el contrario, me llena de júbilo ahora que estoy, en efecto, a punto de jubilarme -y jubilarse es regocijarse, no por la satisfacción de haber trabajado ni por los manidos tópicos del "merecido descanso" y el "deber cumplido", sino por no tener ya que trabajar más-, sí me entristece y mucho, lo confieso, despedirme de algunos de vosotros a los que quizá no volveré a ver, sobre todo a aquellos con los que he tenido más trato y conversación a lo largo de estos muchos años, pero parece que así tiene que ser la cosa, ya que lo uno va con lo otro, hasta tal punto están entrelazadas las relaciones con las personas dentro del marco de las i(n)stituciones. 

El caso es que así se confunden en mí ahora los sentimientos, y es esta confusión lo que quería compartir ahora por último con vosotros: el "odi et amo" simultáneo de Catulo que os comentaba el último día de clase en segundo de bachillerato: la alegría de dejar la i(n)stitución académica por el odio que le profeso y la tristeza, por el cariño que guardo,  de perder  la compañía y el trato que me habéis dado hasta ahora. 

Nunca me han gustado las despedidas, pero no iba a irme tampoco sin despedirme de vosotros, a la francesa. Así que: adiós, pues, también a vosotros, alumnos y compañeros; adiós, que quiere decir, perdonadme la última pedantería: con Dios: eso quiere decir adiós: que con Dios os quedéis, que os vaya bien con Él, que yo... me voy a no sé dónde, a sabe Dios dónde, a Dios sabe dónde.

Os dejo con este Adeus gallego, que a fin de cuentas también es latino, de Nuestro Pequeño Mundo, que viene bien para el caso:


Y aquí os quedan estas humildes páginas electrónicas, abiertas hasta que Blogger disponga de ellas,  por si a alguien le sirven para algo, que eso nunca se sabe, pero excuso decir que no habrá a partir de ahora mismo más actualizaciones.  

3 comentarios:

  1. Un placer leerte, como siempre, Guillermo, y una suerte haber compartido instituto contigo durante largos años y poder llevar en el recuerdo buenos ratos, risas y algún berrinche en evaluaciones. Que el tiempo del júbilo te sea propicio. Un abrazo.

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  2. Gracias por tus palabras tan amables, Severina, y lo mismo te digo con mis mejores deseos para el año "nuevo" que le dicen. Un abrazo. Guillermo.

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  3. Pensaba dejar un ¡hola!, pero ya veo que se queda en ¡adiós!
    Aún milito como profe de lenguas clásicas y suscribo lo dicho sobre esta educación que cada vez lo es menos, o nunca lo fue.
    Gracias por las reflexiones de este blog y de los demás (acabo de descubrir el inefable de mi santa patrona) que, a buen seguro, animarán mis tardes más pesimistas.
    Vale!

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