miércoles, 3 de noviembre de 2010

Una de romanos... y cántabros




Hay una película de Jacinto Molina, alias Paul Naschy, de 1980 titulada "Los cántabros", muy difícil de conseguir y que no ha sido editada todavía que yo sepa en DVD. Es una película, injustamente olvidada, que pasó en su día sin pena ni gloria y que no llegó a estrenarse fuera de España, pero que resulta muy interesante para comprender la historia antigua de Cantabria, ahora que se habla tanto de recuperar la memoria histórica, y la glorificación de los cántabros y mitificación de su legendario caudillo Corocota. Es además un caso insólito y único dentro del cine español y del género "peplum", porque se hizo con muy escaso presupuesto y en una época en que no existía el clonaje numérico a través del ordenador para multiplicar a los figurantes, por lo que las tropas romanas parecen más exiguos destacamentos desbandados que regimientos militares, y los decorados son bastante pobres, aunque destacan los exteriores filmados en bellos parajes naturales de nuestra región.

El director Jacinto Molina (1934-2009) interpreta en ella al general romano Marco Agripa. Jacinto Molina empezó como extra en "peplums" o supreproducciones de romanos rodadas en España en los años 60 como "El rey de los reyes" de Nicholas Ray. Se dio a conocer paulatinamente como actor, interpretando un centenar de papeles a lo largo de su dilatada carrera cinematográfica durante cincuenta años. Obtuvo cierta fama bajo el pseudónimo de Paul Naschy, interpretando a Waldemar Daninsky, un licántropo en una docena de películas con títulos como "Las noches del hombre lobo" (1968), "La marca del hombre lobo" (1968) o "El retorno del hombre lobo (1980).

El papel de Corocota lo desempeña el musculoso Dan Barry. Y los acompañan, entre otros, Blanca Estrada, como la mujer del caudillo cántabro, Andrés Resino, que da vida al emperador Augusto, y Alfredo Mayo, que encarna a Lábaro, el druida cántabro de largas melenas y barbas blancas...



Las luchas entre las tropas de ambos caudillos no dan los resultados esperados, pese a la superioridad numérica y militar romana, dado que los cántabros practicaban la guerra de guerrilla y no ofrecían nunca batalla a campo descubierto. Entonces Agripa y Corocota deciden enfrentarse en un duelo singular en una playa de la costa cántabra, derrotando el hacha de doble hoja del cántabro a la espada romana de Agripa. Sin embargo Corocota no mata al romano. Ni siquiera llegaron a enfrentarse nunca, que se sepa. Y Agripa retira sus legiones de la zona, lo que es una licencia novelesca y un disparate histórico colosal, pero que ha contribuido a la glorificación de la resistencia cántabra, hasta tal punto que mucha gente no instruida cree que los cántabros expulsaron a los romanos de Cantabria.


El final de la película da a entender, tácitamente, que los cántabros consiguieron vencer a los romanos, lo que históricamente es falso, pero hay una mitología "popular" que cree que las cosas fueron así, como hemos dicho, olvidando que la lengua que hablamos es la que nos enseñaron los vencedores, y que la romanización de Cantabria fue muchísimo más intensa, si bien tardía, de lo que creían algunos historiadores románticos del siglo XIX.


El pasado glorioso de los cántabros resurge, si se puede decir así, desde hace pocos años. Se ha erigido algún monumento al guerrero cántabro, como el que se alza en el Sardinero, junto al Chiqui, y cada año desde el 2001 se celebra en Los Corrales de Buelna en la última semana de agosto y primera de septiembre la fiesta de las guerras cántabras, a imitación de las de moros y cristianos del levante español, una fiesta que ha sido declarada de interés turístico nacional, y que se inicia con el desembarco de las legiones de Augusto en el Puerto de la Victoria de Santander y el desfile por el Paseo de Pereda.

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