martes, 25 de febrero de 2014

Plan lector de 4º de ESO: 7.- El Laberinto de Borges

Seguimos con el plan lector y esta vez nos toca adentrarnos, de la mano del poeta Jorge Luis Borges, en el Laberinto donde habita el Minotauro. Os dejo, además, una reflexión de otro de nuestros mejores y sin embargo poco valorados poetas, el maestro José Bergamín, que dijo: "El que sólo busca la salida no entiende el laberinto, y, aunque la encuentre, saldrá sin haberlo entendido". Así que vamos nosotros a intentar entender el laberinto que nos propone el poeta, sin preocuparnos mucho de salir corriendo de él.

No habrá nunca una puerta. Estás adentro 
Y el alcázar(1) abarca el universo
Y no tiene ni anverso ni reverso(2)
Ni externo muro ni secreto centro.

No esperes que el rigor de tu camino
Que tercamente se bifurca(3) en otro,
Que tercamente se bifurca en otro,
Tendrá fin. Es de hierro tu destino

Como tu juez. No aguardes la embestida
Del toro que es un hombre y cuya extraña
Forma plural da horror a la maraña(4)

De interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
En el negro crepúsculo la fiera.

(1) alcázar: fortaleza; casa real o habitación del príncipe, esté o no fortificada.
(2) reverso: parte opuesta al frente de una cosa, parte trasera opuesta a la delantera o anverso, sobre todo en las monedas y medallas.
(3) bifurcar: dividirse en dos ramles, brazos o puntas.
(4) maraña: lugar cubierto de maleza que lo hace impracticable; y situación o asunto intrincado o de difícil salida.



Jorge Luis Borges incluye este soneto, titulado "Laberinto", en su libro de poemas "Elogio de la sombra", publicado en 1969.  

El poema, desde el título, alude al Laberinto de Creta, el palacio de la Doble Hacha, que eso es lo que significa "laberinto" en griego. El poeta se refiere todo el rato a una segunda persona que no sabemos quién es, porque no nos lo dice, por lo que debemos pensar que somos nosotros mismos, los lectores, los destinatarios de estos versos. Si vamos al mito, nosotros, los lectores, seríamos el héroe Teseo que debe enfrentarse a la fiera, a Asterión, que era el nombre propio del Minotauro.


1.-  ¿A qué corresponde la descripción del primer cuarteto? 
2.- ¿Por qué crees que se repite en el segundo cuarteto el verso "Que tercamente se bifurca en otro"? ¿Se tratará de un error o el poeta habrá querido decirnos algo repitiendo el verso, y en este caso qué habrá querido decirnos?  
3.- ¿Que significado tienen los versos de los tercetos "No aguardes la embestida / Del toro que es un hombre... No existe"?
4.- El poeta está en este soneto desmitificando, es decir, privando de algunos elementos míticos, la historia que conocemos del Laberinto, Teseo y el Minotauro, el hilo de Ariadna... Si Teseo es el lector, el Minotauro no existe, a Ariadna ni se la menciona ni tampoco el hilo que nos permitiría salir de allí, ¿queda algo de la historia? ¿qué nos queda? 

Espero, como de costumbre, vuestros comentarios y respuestas:

domingo, 16 de febrero de 2014

„Limba română este patria mea”

El territorio que hoy se llama Rumanía fue anexionado al imperio romano por el emperador Trajano. Su nombre antiguo era Dacia. El nombre actual alude precisamente a que se convirtió en una provincia romana. La letra del himno nacional de este país menciona este hecho:  "Ahora o nunca demos pruebas al mundo /de que por estas manos aún corre una sangre de romano, / y de que en nuestro corazón conservamos con orgullo / un nombre que triunfa en la lucha, el nombre de Trajano". 

Su lengua, el rumano, que es también la lengua oficial de la República de Moldavia, es una lengua neolatina o romance que, si bien ha sufrido, como es natural, algunas influencias de las lenguas eslavas de su entorno, ha mantenido el sistema de declinaciones latino mejor que ninguna otra. Dispone básicamente de tres casos: un nominativo-acusativo, un genitivo-dativo,  y frente a ellos un vocativo.




El primer documento escrito en rumano que se conoce es  una carta que data de 1521. La literatura rumana propiamente dicha, sin embargo, no surge hasta el siglo XIX. Su naci­miento está ligado al de la propia Rumanía como estado-nación. Es entonces cuando la vieja lengua romance, que el pueblo hablaba desde hacía mil quinientos años, adquiere la dignidad de lengua literaria y  alcanza su es­plendor con Mihail Eminescu (1850-1889), uno de los gigantes de las letras rumanas y del romanticismo europeo.

La literatura rumana existe desde entonces. El problema es que no ha sido muy conocida fuera de sus fronteras, lo que le ha quitado posibilidades de expansión. La industria editorial fomenta, además,  la literatura anglosajona, que se vende en todo el mundo, relegando las demás a la categoría de secundarias, marginales o minoritarias, pues no llegan a conocer traducción a la lengua del Imperio.

Una de las características de la literatura ruma­na, además, es que quizá sus mejores representantes son poetas, como sucede también con la literatura griega contemporánea, lo que tampoco ayuda mucho a su difusión internacional, dado el carácter minoritario que tiene este género literario que sólo leen los poetas por lo que permanece ajeno al gran público. Esto explica la poca difusión, por ejemplo, que ha tenido la obra del poeta rumano del siglo XX Nichita Stanescu fuera de sus fronteras.

A muchos escritores rumanos su lengua, siendo minoritaria como es, no les servía para alcanzar la difusión  que deseaban de su obra. Es el caso en la primera mitad del siglo XX del poeta Tristan Tzara, uno de los creadores del movimiento dadá –parece ser que el nombre se debe a que “da” es “sí” en rumano-,   Eugen Ionescu (que modificó su apellido a Ionesco),   uno de los grandes del teatro universal, maestro del teatro del absurdo, y de Emil Cioran, el filósofo pesimista y nihilista. El poeta, el dramaturgo y el filósofo son quizá los referentes internacionales más importantes de la cultura rumana, pero los tres cambiaron de país y de lengua afincándose en París y escribiendo en francés.  Otro de los grandes es Mircea Eliade, filósofo y novelista, cuya obra está escrita en rumano, inglés y francés, que también conoció el destino parisino,  y que acabó sus años cruzando el Atlántico como catedrático de historia de las religiones en la Universidad de Chicago.
 
En cuanto a la narrativa propiamente dicha, que es, no nos engañemos, el único género literario que se lee, se ha traducido al castellano El lecho de Procusto, novela de Camil Petrescu escrita en 1933, considerada la cima de la novelística rumana.  Otro de los grandes novelistas rumanos actuales es Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956). Se dice que es un autor de primera fila dentro de la actual narrativa europea, pero que no ha obtenido el reconocimiento internacional que merece todavía.   

La autora que sí ha alcanzado reconocimiento internacional es Herta Müller, premio Nobel de literatura en 2009, que ha escrito sobre las duras condiciones de vida en el país bajo la dictadura de Ceaucescu. Herta es rumana de nacimiento, pero perteneciente a una minoría germanoparlante, por lo que su obra está escrita en lengua alemana. Ha dejado dicho que, aunque escriba en alemán, tiene una visión rumana de la vida en su cabeza: “Tengo varias imágenes de una misma cosa debido a que el idioma rumano las ve de otra manera, y con esa imagen trabajo”.
 
El precitado poeta Nichita Stănescu, dejó dicho „Limba română este patria mea”: la lengua rumana es mi patria. Es cierto: nuestra patria es nuestra lengua. Una lengua es mucho más que una cosmovisión o visión de la realidad y del mundo: es nuestra más auténtica patria, nuestra madre patria, nuestra lengua madre.

La penosa situación económica de Rumanía, después de la caída de Ceaucescu y del comunismo, ha hecho que muchos rumanos hayan tenido que emigrar de su país. Muchos han llegado a Italia y a España. Se ha llegado a estimar una cifra de población rumana en España cercana a las ochocientas mil personas.  Una de las razones por las que han elegido España para emigrar, a pesar de nuestra larga crisis económica, es precisamente, la familiaridad lingüística del rumano con el español. Una alumna moldava de nuestro centro afirma que en dos meses de estancia en nuestro país ya entendía perfectamente el español.

Tes "máscaras" protestan en Bucarest, la capital de Rumanía,  por la difícil situación económica exhibiendo unas pancartas en las que se lee en rumano "Rumanía muere de hambre".


martes, 11 de febrero de 2014

Plan lector de 4º de ESO: 6. - El vuelo de Ícaro, un poema y una imagen.

Seguimos con el Plan Lector de 4º de la ESO tratando de acercar la mitología a la poesía y a la pintura. Esta vez le toca el turno a la leyenda de Ícaro. El poema que os propongo leer es un soneto titulado precisamente Ícaro del poeta cántabro Francisco Álvarez Hidalgo, residente en Estados Unidos.



Ícaro

Volar, volar, del suelo despegarse,
ser hermano del águila en la altura,
cruzar en desafío la estatura
de las cumbres que empiezan a nublarse.

Y agitando las alas, elevarse
hacia el sol, y sentir su quemadura,
ver la tierra, lejana miniatura,
y las estrellas ante mí apartarse.

Y a mi padre gritando sus consejos
con el temor de que si voy más lejos
al desastre me pueda aproximar...

Si el brío juvenil es invencible,
¿por qué cayendo estoy? ¿Cómo es posible
que en mi descenso me ha tragado el mar?

¿Qué respuesta les darías a las preguntas que se hace el poeta? ¿Por qué está cayendo Ícaro? ¿Por qué se lo ha tragado el mar?

Pasamos ahora a  la lectura de una imagen. Se trata del cuadro de Pieter Bruegel el Viejo titulado Paisaje con la caída de Ícaro. Muchos pintores han pintado a Ícaro alzando el vuelo, volando con su padre Dédalo y algunos han retratado su caída.  Describe el cuadro y localiza dónde está Ícaro.  Sólo se ve de él una pierna, pues, como diría el poeta, se lo "ha tragado el mar". ¿Qué significa eso? 


He aquí un detalle del cuadro:


El siguiente comic resume la historia del padre y el hijo que lograron salir volando del Laberinto. Se trata del relato “Ícaro”, uno de los tres que componen la obra gráfica Greek Myths de Rob Shone (Londres, 2006), publicada por David West Children´s Books, y perteneciente a la colección “Graphic Mythology”, dedicada a la mitología universal en cómic.

  
   ÍCARO



miércoles, 5 de febrero de 2014

Lo que vale un peine

No hay que confundir, como hace el necio,  el valor con el precio, según sentenció Machado. El valor es algo muy distinto del precio que puede alcanzar una cosa en el mercado. De hecho, las cosas más valiosas no tienen precio; y, al revés, las cosas que tienen código de barras no suelen tener mucho valor, no más que el precio que tienen.

Hecha esta advertencia, voy a centrarme en un objeto de uso tan cotidiano y aparentemente tan trivial como es un peine, y voy a mostrar lo que puede valer un peine: cómo este objeto puede convertirse en una pequeña obra de arte que, además de su utilidad práctica de peinar el cabello, puede impregnarnos de sugerencias. Hablo, claro, de un valor inmaterial, de un valor, por así decirlo, cultural y espiritual.


Se trata de un peine de marfil perteneciente al período micénico, siglo XIII antes de Cristo,  hallado en la necrópolis de Espata, Grecia, a unos veinte kilómetros de Atenas. Está decorado en ambos lados del mango con imágenes de esfinges con las alas desplegadas sentadas en dos filas: cuatro laterales y enfrentadas dos a dos y una central, debajo de un  adorno circular que recuerda a un rosetón. Las esfinges tienen cabeza humana, cuerpo, garras y cola de león y alas de ave rapaz.


(Museo Arqueológico Nacional de Atenas).




La palabra esfinge, procedente del griego sphinx, y está en relación con el verbo sphíngo “apretar”, “estrangular”, tal vez por los aprietos en que ponía a los caminantes. Está relacionada con la palabra castellana “esfínter”.

Decimos en castellano a veces de alguien que es o que parece una esfinge. ¿Qué quiere decir? Que la persona que adopta esa actitud se muestra muy reservada, misteriosa o enigmática. El que es como una esfinge tiene una actitud fría y distante, impasible, no muestra al exterior lo que piensa ni trasluce lo que siente.

Cuando hablamos de esfinges pensamos enseguida en dos cosas: por una parte en el colosal monumento de Guiza, en Egipto, el guardián de las pirámides, y por otro en el mito griego de Edipo. Se mezclan así en nuestra imaginación dos aspectos bien distintos: una forma nacida en Egipto en el tercer milenio a. de C., sin relación con ningún mito que conozcamos, y un mito griego muchísimo más moderno, no anterior al primer milenio, sin una forma concreta determinada. ¿Qué es lo que hacemos entonces nosotros? Pues le atribuimos a la esfinge griega la forma de la egipcia,   y a la egipcia, sin querer, la relacionamos con el mito de Edipo. 

Ambas esfinges son muy diferentes: la egipcia, en principio, representaba al faraón, por lo que no es una, sino un esfinge. Era además un dios-león, un guardián del mundo de la noche y de los muertos.   Cierto es que hay en Egipto esfinges femeninas, pero la mayoría son masculinas. La esfinge griega, por su parte, es un monstruo femenino, de rostro y pecho de mujer, cuerpo, zarpas y cola de león, por lo general dotada de alas. El elemento femenino  de la esfinge griega  le confiere a este monstruo  un curioso componente erótico similar al de las sirenas o las harpías, por lo que se ha querido ver en ella una personificación del tópico de la femme fatale.


(Esfinge de Guiza, El Cairo, Egipto)


La primera Esfinge que conocemos, pues, es la egipcia. Extendida enseguida por el Mediterráneo. En Micenas se convierte en un símbolo funerario. Hay quien dice que represetan el poder de los reyes micénicos De hecho hay quien piensa que las dos leonas de la puerta de los leones de la tumba de Agamenón de Micenas no son dos leonas sino dos esfinges que velan el cadáver del rey, dado que sus cabezas están hechas de un material diferente y miraban a los que se acercaban a la puerta. Las esfinges se presentarían así como guardianas de las almas de los difuntos en principio. 

 (Puerta de Los Leones, Micenas)

Pero la esfinge digamos clásica fue la enviada por Hera a la ciudad de Tebas como castigo divino por el asesinato del rey Layo, al que había matado Edipo accidentalmente sin saber ni quién era ni que era su padre que lo abandonó al nacer. La esfinge, sin perder sus connotaciones fúnebres,  vivía en una montaña, cerca de la ciudad y asolaba la región devorando a los caminantes que pasaban junto a su guarida. Les planteaba unos enigmas difíciles de resolver. Si sus víctimas no encontraban la solución, las mataba.


El enigma que le plantea a Edipo es el siguiente: ¿Cuál es el animal que tiene una sola voz, que por la mañana camina a cuatro patas, por la tarde a dos y por la noche a tres? La respuesta, como todo el mundo sabe, que le dio Edipo a la Esfinge fue: el hombre, que de pequeño gatea a cuatro patas, cuando es adulto se sostiene erguido sobre sus dos pies y, en la vejez, camina apoyado en un bastón. 

Se trata de una trinidad, de un ser que es tres en uno, tres generaciones en una: el niño, el adulto, el anciano. Son tres seres distintos y, paradójicamente, uno solo y el mismo. ¿Somos el mismo el niño que hemos sido, el adulto que somos y el anciano que seremos? Algo nos dice que sí, y algo a la vez se rebela contra eso y nos dice que eso no puede ser. 

Tal vez por eso mismo, cuando Edipo resolvió el enigma, la Esfinge se suicidó arrojándose al vacío desde lo alto de una roca. El monstruo y la amenaza mortal que suponía habían muerto. Como premio Edipo obtuvo, además,  el trono de Tebas, que había quedado vacante, casándose con la enviudada reina Yocasta, que resultó ser su madre, una madre que lo había abandonado cuando nació ante el temor de que se cumpliera la terrible profecía que anunciaba que ese hijo mataría, llegado el día, a su padre y yacería con su madre haciéndole hijos, como acabó sucediendo.

(Edipo y la Esfinge, Giorgio di Chirico, 1968)