domingo, 9 de septiembre de 2018

Tres epigramas eróticos de Asclepíades de Samos

Asclepíades de Samos, compatriota de Epicuro, es un poeta griego del siglo III antes de nuestra era que nos ha dejado unos cuarenta epigramas recogidos en la Antología Griega o Palatina, la mayoría eróticos. De hecho, se lo considera el inventor del epigrama erótico alejandrino. Contemporáneo de Teócrito de Siracusa, que lo elogia, intenta convencer en el número 85 del libro V a una doncella de que abandone su voto de castidad. Omito en la traducción las dos referencias que hay al Hades y al Aqueronte que muy poco le dicen ya al lector actual si no está familiarizado con la mitología clásica. La expresión "placeres de Cípride", la diosa de Chipre, alusión culta a Afrodita/Venus", la traduzco  como placeres carnales.




Guardas tu virginidad. ¿Para qué? Pues cuando te mueras,
niña, a nadie hallarás     ya que te vaya a querer.
Entre los vivos, placeres carnales. Mas en el sepulcro
huesos vamos a ser,     virgen, y putrefacción.

El epigrama 169 del mismo libro celebra el amor como la cosa  más dulce que puede haber en el mundo. Omito en la traducción las dos alusiones cultas que hay a la constelación de la Corona y a Cípride. Aludo con la expresión "cielo estival" a la primera,  la Corona Boreal o Guirnalda de Afrodita que comienza a ser visible en marzo y que anuncia la llegada de la primavera y el buen tiempo para la navegación. Omito la referencia a la diosa de Chipre, Afrodita, con la mención del amor.

 
Grato en verano a la sed el hielo, y grato a marinos
tras el invierno ver     cielo que se abre estival.
Pero más grato que cubra a los que se quieren la misma
manta, y tenga lugar     entre los dos el amor. 

El epigrama 46 del libro XII de la Antología Griega habla del aborrecimiento que siente un joven que aún no ha cumplido los veintidós años por su vida por el mal que le infligen los Amores -Erotes, plural de Eros-, que, por su parte, juegan como niños que no hacen uso de razón a los astrágalos, tabas o modernos dados con los sentimientos de los hombres. 


 No he cumplido aún veintidós años y odio mi vida.
¿Qué es, Amores, el mal      este? ¿Por qué me abrasáis?
Si algo me pasa y me muero, ¿qué haréis vosotros ? Jugando
vais, seguro, a seguir     locos a tabas igual.
 

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