Os dejo este precioso villancico en la no menos preciosa voz de la cantante irlandesa Eimear Quinn. El texto pertenece a la liturgia cristiana, tomado como está de una antífona del Magnificat de Vísperas del día de la Natividad de Nuestro Señor.
No puede entenderse muy bien el desarrollo de la música occidental y euroepa del primer milenio de nuestra era sin la poderosa influencia de la liturgia de la iglesia católica, para la que el latín seguía siguendo la lengua oficial. Seguramente, hubo música popular, secular o profana, durante ese largo período de tiempo al margen de monasterios y catedrales, pero no nos ha quedado mucho de ella. Sin embargo hemos heredado un riquísimo legado de cantos eclesiásticos como el que nos ocupa.
El texto en latín muy sencillo, en el que aparecen ya palabrass griegas como "Christus" -el ungido- "angeli" -los mensajeros- y "archangeli" -los superiores jerárquicos de los mensajeros- y hebreas como "aleluya", que quiere decir "alabad a Yahvé", dice así:
Hodie Christus natus est,
hodie Salvator apparuit,
hodie in terra canunt Angeli,
laetantur Archangeli,
hodie exsultant iusti
dicentes:
Gloria in excelsis Deo,
allelulia, alleluia.
Hoy ha nacido Cristo,
hoy ha aparecido el Salvador,
hoy cantan en la tierra los Ángeles,
se regocijan los Arcángeles,
hoy saltan de alegría los que son justos
proclamando:
Gloria a Dios en las alturas,
aleluya, aleluya.
El Mosaico de Pietro Cavallini (1250-1330) en el ábside de la iglesia romana de Santa María en Trastévere, perteneciente a la serie de escenas de la vida de la Virgen, alabada por su realismo y por su intento de reflejar la perspectiva, se titula la Natividad, es decir, el nacimiento.
De la evolución fonética, precisamente, de la palabra "nativitatem" procede nuestra entrañable "navidad", que celebramos ahora. Quisiera aprovechar la ocasión para recordaros, en primer lugar, que el nacimiento que se celebra no es sólo el del niño Jesús, que ni siquiera se sabe con certeza en qué época del año nació, pese al título del villancico, pues la Biblia no lo menciona en ninguna parte, sino el del Sol Invictus, divinidad solar que nacía con el solsticio del invierno y coincidía con el nacimiento en un portal del dios Mitra, de origen asiático, cuyo culto se había extendido por todo el imperio romano; la fiesta cristiana de la Navidad se fijó el 25 de diciembre hacia el año 330, en tiempos de Constantino para significar que Cristo era el verdadero Sol Invictus o Sol Invencible que iluminaba el mundo y eclipsaba así, de paso, las fiestas paganas del solsticio del invierno, del mitraísmo y de las saturnales romanas.
Por estas mismas fechas, en efecto, desde el 17 hasta el 24 de diciembre, los romanos celebraban ya, antes del advenimiento del cristianismo, las fiestas paganas de las Saturnales. Eran las más importantes de todo el año. Para el poeta Catulo esta festividad era el "optimus dierum", el mejor de los días.
Se celebraban en honor de Saturno, de ahí su nombre, y trataban de restaurar la Edad de Oro que se asocia a su reinado. Griegos y romanos no creían mucho o casi nada en el progreso, a diferencia de los modernos que albergamos siempre la esperanza en un mundo mejor, en una tierra prometida, en otra vida. Según ellos la humanidad vivía en la Edad de Hierro porque había degenerado, después de su exilio de la paradisíaca Edad de Oro que se catacterizaba, precisamente, porque no existía el oro en el sentido del "vil metal", es decir, no había dinero ni hacía falta para vivir. Durante estas fechas en que se pretendía restaurar la anárquica monarquía de Saturno "todo" estaba permitido.
Por eso los esclavos podía vestir un día al año el gorro frigio, que formaba parte del atuendo de los libertos en Grecia y Roma, y simbolizaba la libertad. Se convertiría al correr de los siglos en uno de los símbolos de la revolución francesa y de la república. Los esclavos podían, durante las saturnales, ser "libres". En eso consistía la libertad de Diciembre, de la que habla Horacio: Durante un día al año los esclavos eran libres y señores, y sus señores se volvían esclavos y sus sirvientes.
Durante las saturnales, además, los romanos se hacían regalos, costumbre que hemos heredado nosotros y que hemos multiplicado y hecho prácticamente obligatoria por estas fechas, de lo que se aprovechan los comerciantes para vendernos toda clase de productos que no necesitamos. En fin, ¿para qué vamos a decir más? No hemos inventado nada nuevo. Así que sólo me queda aprovechar la ocasión para desearos, si sois creyentes, una feliz navidad, o, si no lo sois, unas felices fiestas ¡saturnales!
Por estas mismas fechas, en efecto, desde el 17 hasta el 24 de diciembre, los romanos celebraban ya, antes del advenimiento del cristianismo, las fiestas paganas de las Saturnales. Eran las más importantes de todo el año. Para el poeta Catulo esta festividad era el "optimus dierum", el mejor de los días.
Se celebraban en honor de Saturno, de ahí su nombre, y trataban de restaurar la Edad de Oro que se asocia a su reinado. Griegos y romanos no creían mucho o casi nada en el progreso, a diferencia de los modernos que albergamos siempre la esperanza en un mundo mejor, en una tierra prometida, en otra vida. Según ellos la humanidad vivía en la Edad de Hierro porque había degenerado, después de su exilio de la paradisíaca Edad de Oro que se catacterizaba, precisamente, porque no existía el oro en el sentido del "vil metal", es decir, no había dinero ni hacía falta para vivir. Durante estas fechas en que se pretendía restaurar la anárquica monarquía de Saturno "todo" estaba permitido.
Por eso los esclavos podía vestir un día al año el gorro frigio, que formaba parte del atuendo de los libertos en Grecia y Roma, y simbolizaba la libertad. Se convertiría al correr de los siglos en uno de los símbolos de la revolución francesa y de la república. Los esclavos podían, durante las saturnales, ser "libres". En eso consistía la libertad de Diciembre, de la que habla Horacio: Durante un día al año los esclavos eran libres y señores, y sus señores se volvían esclavos y sus sirvientes.
Durante las saturnales, además, los romanos se hacían regalos, costumbre que hemos heredado nosotros y que hemos multiplicado y hecho prácticamente obligatoria por estas fechas, de lo que se aprovechan los comerciantes para vendernos toda clase de productos que no necesitamos. En fin, ¿para qué vamos a decir más? No hemos inventado nada nuevo. Así que sólo me queda aprovechar la ocasión para desearos, si sois creyentes, una feliz navidad, o, si no lo sois, unas felices fiestas ¡saturnales!
No hay comentarios:
Publicar un comentario