Uno de los fragmentos más bellos de la Odisea de Homero que
conozco es el episodio en que el sueño vence al sufrido héroe cuando está a
punto de arribar a Ítaca (Odisea 13, vv. 79-92), un sueño (hypnos, hipnótico, que lo arrebata como por arte de magia) dulcísimo y
reparador que se asemeja a la muerte (thánatos como la eutanasia o buena muerte).
La nave va viento en popa, de vuelta a casa, al cabo de veinte años, por fin. El
poeta compara la velocidad del navío con la de una cuadriga de caballos (hippos como caballo de carrera que corre
en el hipódromo) a todo galope y con el vuelo veloz
como una flecha de un halcón peregrino.
La nave surca el mar (thálassa, como talasoterapia) que resuena, dejando una
larga estela a su paso. Un mar que Homero siempre tiñe de rojo: rojo de vino,
rojo de sangre, rojo de la aurora de dedos rosáceos o del sol que se pone al
atardecer. Y el viajero que va en la nave es ante todo un hombre (andra,
la primera palabra del poema, como el primer compuesto de andrógino) pero un hombre que tiene mucho de
divino (theós, como teología o ateo), un hombre que ha sufrido mucho (pathe, que conoce la patología del
sufrimiento y la nostalgia) en la guerra (ptólemos como
polémica) inevitable y en la mar, un hombre que ahora, cuando está a punto de regresar a casa,
se olvida de todo y de todos, incluso de sí mismo, y se sumerge en ese sueño reparador
y dulcísimo que se asemeja a la muerte.
Reproduzco en la traducción el ritmo dactílico del hexámetro
de Homero, que hace que a una sílaba marcada rítmicamente le sucedan una o dos
no marcadas a lo largo de los seis pies
con los que camina pausadamente (o galopa) cada verso.
Y a él un sueño profundo en los
párpados se le escurría
hondo, muy dulce, a la muerte
muy mucho que se parecía.
Y como cuatro caballos en llano de briosa cuadriga
Todos a una al galope a fuerza
de látigo viva,
Arrebatados al aire se abren
camino de prisa,
Tal se erguía la nave de
proa, y estela que brilla
Iba de sangre, alargada, dejando
de mar que gemía.
Y navegaba segura y tenaz; ni
halcón cuando gira,
La más veloz de las aves,
alcance darle podría.
Rauda bogando la nave surcaba las
olas marinas;
A hombre llevaba a bordo de
traza casi divina
Que antes muy muchas pasó pesadumbres en su alma y fatigas
De hombres sufriendo la guerra y
embates de olas bravías;
iba dormido ya en paz, olvidado
de todas sus cuitas.
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