Las
competencias son las supuestas demandas que “la vida moderna” o
“la sociedad” en general hacen a los futuros ciudadanos. Han sido
elaboradas por la OCDE (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico), organismo que agrupa a los 30 estados más
poderosos del universo mundo, dentro del marco del proyecto DeSeCo
(Definición y Selección de Competencias), elaborado a partir de
1997.
Allí
se define el término competencia como sigue: Capacidad de
responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de
forma adecuada. Supone una combinación de habilidades prácticas,
conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y
otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan
conjuntamente para lograr una acción eficaz.
No
hace falta decir que los parámetros bajo los que se insertan las
competencias son funcionales y están subordinados a la dominación
del Estado y el Capital, y a la inserción de los niños y
adolescentes en la sociedad y edad adultas, es decir, en lo que suele denominarse con un eufemismo sangrante "el mundo laboral".
Estas
propuestas están guiadas por un enfoque economicista de la educación, dado que
responden únicamente a las demandas del mercado: ¿Qué habilidades,
por ejemplo, deben poseer los ciudadanos para encontrar y retener un
trabajo? ¿Qué cualidades se requieren para estar al día en las
nuevas tecnologías? ¿Qué deben tener los ciudadanos para funcionar
bien en la sociedad tal y como está establecida?
Si los conocimientos son muy complicados o complejos, se hacen adaptaciones o ajustes curriculares simplificadores para que los educandos puedan obtener el título que les permita participar en el mercado laboral. No se persiguen personas críticas, sino todo lo contrario: gente sumisa que se amolde a la explotación, a la precariedad, y que no sueñe con transformar la realidad que le ha tocado vivir, sino que se acomode sin rechistar a lo que está mandado.
Si los conocimientos son muy complicados o complejos, se hacen adaptaciones o ajustes curriculares simplificadores para que los educandos puedan obtener el título que les permita participar en el mercado laboral. No se persiguen personas críticas, sino todo lo contrario: gente sumisa que se amolde a la explotación, a la precariedad, y que no sueñe con transformar la realidad que le ha tocado vivir, sino que se acomode sin rechistar a lo que está mandado.
A
los profesores se les consulta, en el mejor de los casos, para saber su opinión, pero no se
tiene en cuenta; acaban imponiéndoseles unos cambios educativos desde
las altas esferas pedagógicas de los poderes políticos y económicos, si cabe
hacer distingo tan inepto, tendentes a formar ciudadanos empleados, es decir, utilizados, pues no en vano se hacen sinónimos "empleo" y "trabajo", que participen
votando en la feria de la democracia y que contribuyan económicamente
al sostenimiento del Estado a través de sus aportaciones directas a
la Agencia Tributaria y de los impuestos indirectos.
Esto y no otra cosa es la moderna educación basada en competencias (ya ni siquiera en valores, on values, como decían antes de convertir los valores morales en bursátiles).
Esto y no otra cosa es la moderna educación basada en competencias (ya ni siquiera en valores, on values, como decían antes de convertir los valores morales en bursátiles).
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