viernes, 23 de octubre de 2009

El alfabeto griego





He escrito el alfabeto griego en mayúsculas, en dos columnas. Me he dado cuenta enseguida de que es relativamente fácil asignar a las letras una imagen:
La alfa (Α) representa un compás, la beta (Β) es una mujer embarazada dotada de un exuberante pecho, la gamma (Γ) es una horca, la delta (Δ) una pirámide.
La épsilon (Ε)... No quiero admitir que no soy capaz de encontrarle un sentido a esta letra. Si la hago bascular hacia delante, parecerá un templo de tres columnas, eso es.
La dseta (Ζ) me ha hecho pensar en el relámpago deslumbrante, sin duda porque el nombre de Zeus empieza por esta letra.
La eta (Η) es una escalera tan pequeña que sólo tiene un peldaño, la zeta (Θ) recuerda la cabeza de un tornillo. No me quedo satisfecho con esta última imagen. He vuelto a examinar la zeta y he decidido, a fin de cuentas, que la línea que la separa en dos semeja el horizonte y el círculo el sol que sale o que se pone. Según esto, la zeta debería encontrarse al comienzo o al fin del alfabeto.
La iota (I) sugiere un montón de objetos, una vela, un bastón de billar.
La kappa (Κ) hace pensar en un soldado alemán que desfila con el brazo en alto, la lambda (Λ) en el tejado de una casa, la mi (Μ) en una pareja que se da la mano.
La ni (Ν) es una entrada de campo por un poste puesto de través.
La xi (Ξ) se asemeja al reflejo de la luna en el mar, la ómicron (Ο) a la luna, o mejor al sol -prefiero que sea al sol, el astro de Apolo. Empiezo a sentir simpatía por ese dios que estaba pendiente de los problemas de la gente, le gustaba la paradoja y amaba la música. Era, además, bastante indulgente. La Pitonisa había respondido a un joven sacerdote que, habiendo roto su voto de castidad, se había presentado ante ella para preguntarle cómo expiar su falta: Todo lo que se hace por necesidad, el dios lo perdona.
La pi (Π) evoca esas barracas que se construyen ilegalmente a veces en una noche, la ro (Ρ) un robusto turista cargado con una voluminosa mochila a sus espaldas, la sigma (Σ) representa las mandíbulas abiertas de un pez hambriento.
La tau (Τ) es un martillo, la ypsilon (Υ) un tirachinas, la fi (Φ) el robusto turista de antes visto de frente, la ji (Χ) unas tijeras abiertas, la psi (Ψ) el tridente de Posidón, el señor del mar, que surge de pronto del Egeo, y que los pescadores griegos utilizaban para clavárselo limpiamente a los atunes.
En cuanto a la omega (Ω) designa al sol colocado precisamente sobre la línea del horizonte, cuando acaba de levantarse o en el mismo momento de empezar a ponerse. Una media hora, como mucho, separa a la omega de la zeta.
Vassilis Alexakis "La lengua materna"











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