Os presento dos poesías que están en latín pero que pueden leerse en español como si las hubiera escrito Cervantes mismo porque no necesitan traducción. ¿Cómo es posible que no haga falta traducirlas si están en latín? Os preguntaréis algunos de vosotros. ¿Tampoco hace falta hacer engorrosos análisis morfológicos y sintácticos? No hace falta, no, aunque parezca mentira. Y, sin embargo, todas las palabras están declinadas y conjugadas según las normas de la gramática. No hace falta traducir ni analizar, aquí reside la gracia del asunto, porque se entienden. ¿Y cómo es posible? Porque también están escritas en español, y significan exactamente lo mismo en una que en otra lengua. Por algo el latín es la lengua madre de esta lengua que hablamos y escribimos nosotros y por algo se dice que "de tal palo… tal astilla".
La primera es de la poetisa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695). A propósito. Merece la pena que sepáis algo de esta mujer que se metió a monja pero que no fue santa. De ahí lo de "sor" , que tanto se parece al francés "soeur" (del latín "soror", que quiere decir hermana).
Se cuenta de ella que aprendió a leer y escribir a los tres años tomando lecciones de su hermana mayor a escondidas de su madre. Enseguida descubrió la biblioteca de su abuelo y allí se aficionó a los libros. Aprendió todo cuanto era conocido en su época, es decir, leyó a los clásicos griegos y romanos, y la teología del momento. El amor al saber de la niña Juana era tanto que, deseosa de aprender, le propuso a su madre disfrazarse de hombre para asistir a la universidad, según ella misma escribió.
Prefirió el convento al matrimonio, pero no porque fuera muy religiosa, sino porque el convento le permitía dedicarse a lo que le interesaba, que era el estudio. Ella misma escribió que lo que quería era “vivir sola... no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”. Buena conocedora de las letras griegas y latinas, escribió este poema bilingüe en 1679 dedicado a la Virgen María.
Divina Maria, rubicunda aurora,
matutina lux, purissima rosa,
Luna quae diversas illustrando zonas,
peregrina luces, eclipses ignoras.
Angelica scala, arca prodigiosa,
pacifica oliva, palma victoriosa.
Alta mente culta, castissima Flora,
pensiles foecundas, candida Pomona.
Tu quae, coronando conscientias devotas,
domas arrogantes, debiles confortas.
Dominando excelsa, imperando sola,
felices exaltas mentes quae te adorant.
Tu sustentas, pia, gentes quae te implorant,
dispensando gratias, ostentando glorias.
Triumphando de culpa, tremenda Belona,
perfidas cervices dura mente domas.
Talamos empyreos ornas deliciosa,
amando inocentes, discordes conformas.
Tristes te invocamus: concede gloriosa,
gratias quae te illustrant, dotes quae te adornant.
[Estribillo]
Vive, triumpha tranquilla, quando te adorant
Seraphines cantando perpetuas glorias.
El segundo poema pertenece al poeta también mexicano contemporáneo Tarsicio Herrera Zapién:
Quando cantas, quando suspiras
tu suscitas vivos amores.
Dulce mente calmas dolores
quando pulsas canoras lyras.
Tu, evitando torvos errores,
intra muros ocultas iras
atenuando radiantes flores
lunas fulgidas lente gyras.
Sólo el español (y el italiano) son capaces entre las lenguas romances de admitir estos poemas bilingües y permitir esta "movilidad" y estos juegos, que nunca están de más para apreciar la conexión entre el latín y las lenguas derivadas.
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