En uno de los capiteles románicos de San Martín de Frómista (Palencia) encontramos el motivo del Cuervo y la Zorra: un cuervo, posado en la rama de un árbol, sostiene un queso en el pico; al pie del árbol, una zorra intenta arrebatárselo con astucia, ya que no puede hacerlo por la fuerza; recurre al halago de la voz del cuervo, de forma que éste, herido en su amor propio, se pone a graznar, suelta el queso y la zorra se hace con él.
En el capitel se puede observar el momento en que el cuervo suelta el queso, que está en el aire, y la zorra está a punto de arrebatárselo. Así dice la fábula del escritor latino Fedro (que se basa a su vez en el fabulista griego Esopo) en la que se inspira:
Cum de fenestra coruos raptum caseum
comesse uellet, celsa residens arbore,
uolpes hunc uidit, deinde sic coepit loqui:
O qui tuarum, corue, pennarum est nitor!
Quantum decoris corpore et uoltu geris!
Si uocem haberes, nulla prior ales foret.
At ille stultus, dum uolt uocem ostendere,
emisit ore caseum, quem celeriter
dolosa uolpes auidis rapuit dentibus.
La primera foto de arriba está tomada de la Red, la segunda es mía, que subo también por el detalle de la columna.
Al querer zampar un cuervo un queso que robó
de algún alféizar, posado en lo alto de un frutal,
lo vio la zorra, y le empezó a halagar así:
lo vio la zorra, y le empezó a halagar así:
“¡Oh cuervo, qué plumaje más deslumbrador!
¡Cuánta belleza tienes en tu porte y faz!
Si tuvieras voz, serías de aves tú el primor”.
Mas al hacer de voz el necio ostentación,
soltó del pico el queso, que con rapidez
la astuta zorra a dentelladas devoró.
Este motivo literario, del que hay una versión en el Libro del Buen Amor del Arcipreste de Hita, fue tratado también por el infante Juan Manuel en El Conde Lucanor o Libro de los Ejemplos:
Hablando otra vez el conde Lucanor con Patronio, su consejero, díjole
así:
-Patronio, un hombre que se dice amigo mío me empezó a elogiar mucho,
dándome a entender que yo tenía mucho mérito y mucho poder. Cuando me
hubo halagado de esta manera todo lo que pudo, me propuso una cosa que
a mí me parece que me conviene.
Entonces el conde le contó a Patronio lo que su amigo le proponía,
que, aunque a primera vista se dijera provechoso, ocultaba un engaño,
del que Patronio se apercibió. Por lo cual dijo al conde:
-Señor conde Lucanor, sabed que este hombre os quiere engañar, dándoos
a entender que vuestros méritos y vuestro poder son mayores que en la
realidad. Para que os podáis guardar del engaño que quiere haceros, me
gustaría que supierais lo que sucedió al cuervo con la zorra.
El conde le preguntó qué le había sucedido.
-Señor conde -dijo Patronio-, el cuervo encontró una vez un pedazo muy
grande de queso y se subió a un árbol para comer el queso más a gusto
y sin que nadie le molestara. Estando así el cuervo pasó la zorra y,
cuando vio el queso, empezó a pensar en la manera de poder quitárselo.
Con este objeto dijo lo siguiente:
-Don Cuervo, hace ya mucho tiempo que he oído hablar de vuestras
perfecciones y de vuestra hermosura. Aunque mucho os busqué, por
voluntad de Dios o por desdicha mía, no os vi hasta ahora, que hallo
que sois muy superior a lo que me decían. Para que veáis que no me
propongo lisonjearos os diré, junto con lo que las gentes en vos
alaban, aquellos defectos que os atribuyen. Todo el mundo dice que
como el color de vuestras plumas, ojos, pico, patas y garras es negro,
y este color no es tan bonito como otros colores, el ser todo negro os
hace muy feo, sin darse cuenta de que se equivocan, pues aunque es
verdad que vuestras plumas son negras, su negrura es tan brillante que
tiene reflejos azules, como las plumas del pavo real, que es el ave
más hermosa del mundo, y, aunque vuestros ojos son negros, el color
negro es para los ojos mucho más hermoso que ningún otro, pues la
propiedad de los ojos es ver, y como el negro hace ver mejor, los ojos
negros son los mejores, por lo cual los ojos de la gacela, que son más
oscuros que los de los otros animales, son muy alabados. Además,
vuestro pico y vuestras garras son mucho más fuertes que los de
ninguna otra ave de vuestro tamaño. También tenéis, al volar, tan gran
ligereza, que podéis ir contra el viento, por recio que sea, lo que
ninguna otra puede hacer tan fácilmente como vos. Fuera de esto estoy
convencida de que, pues en todo sois tan acabado y Dios no deja nada
imperfecto, no os habrá negado el don de cantar mucho mejor que ningún
otro pájaro. Pero, pues Dios me hizo la merced de que os viese, y
contemplo en vos más perfecciones de las que oí, toda mi vida me
tendría por dichosa si os oyese cantar.
Fijaos bien, señor conde, que aunque la intención de la zorra era
engañar al cuervo, lo que dijo fue siempre verdad. Desconfiad de la
verdad engañosa, que es madre de los peores engaños y perjuicios que
pueden venirnos.
Cuando el cuervo vio de qué manera le alababa la zorra y cómo le decía
la verdad, creyó que en todas las cosas se la diría y la tuvo por
amiga, sin sospechar que esto lo hacía por quitarle el queso que tenía
en el pico. Conmovido, pues, por sus elogios y por sus ruegos para que
cantara, abrió el pico, con lo que cayó el queso en tierra. Cogiólo la
zorra y huyó con él. De esta manera engañó al cuervo, haciéndole creer
que era muy hermoso y que tenía más perfecciones de lo que era verdad.
Vos, señor conde Lucanor, pues veis que, aunque Dios os hizo merced en
todo, ese hombre os quiere persuadir de que tenéis mucho más mérito y
más poder, convenceos que lo hace para engañaros. Guardaos bien de él,
que, haciéndolo, obraréis como hombre prudente.
Al conde agradó mucho lo que Patronio le dijo e hízolo así, y de esta
manera evitó muchos daños. Como don Juan comprendió que este cuento
era bueno, hízolo poner en este libro y escribió unos versos en que se
expone abreviadamente su moraleja y que dicen así:
Quien te alaba lo que tú no tienes,
cuida que no te quite lo que tienes.
cuida que no te quite lo que tienes.
En este otro capitel de Sitges, se pueden apreciar dos escenas del relato, como si fueran dos imágenes de un cómic o dos fotogramas de una película. En un primer plano vemos el cuervo con el queso en el pico y la zorra a sus pies, en un segundo plano, a la izquierda, el cuervo ha soltado el queso para cantar y la zorra se ha apoderado de él. (La foto pertenece a Ferrán Pestaña).
Posteriormente, hay una versión en la literatura francesa de La Fontaine. Nuestro fabulista Félix María de Samaniego, por su parte, adaptó este motivo versificándolo en heptasílabos con rima asonante en los versos pares, al modo de los romances, en -eo, de la siguiente forma:
En la rama de un árbol
bien ufano y contento,
con un queso en el pico
estaba el señor Cuervo.
Del olor atraído
un Zorro muy maestro
le dijo estas palabras,
a poco más o menos:
"Tenga usted buenos días,
señor Cuervo, mi dueño;
vaya que estáis donoso,
mono, lindo en extremo.
Yo no gasto lisonjas,
y digo lo que siento
que si a tu bella traza
corresponde el gorjeo,
juro a la diosa Ceres,
siendo testigo el cielo,
que tú serás el fénix
de sus vastos imperios."
Al oír un discurso
tan dulce y halagüeño,
de vanidad llevado,
quiso cantar el cuervo.
Abrió su negro pico,
dejó caer el queso.
El muy astuto Zorro,
después de haberlo preso,
le dijo: Señor bobo,
pues sin otro alimento
quedáis con alabanzas
tan hinchado y repleto,
digerid las lisonjas
mientras yo como el queso."
Quien oye aduladores
Un libro de Carlos García Gual, muy entrentenido y recomendable, repasa estas y otras muchas versiones de la fábula esópica hasta llegar a nuestros días. Se trata de "El zorro y el cuervo" publicado por Alianza Editorial con el número 1712 de la colección "El libro de bolsillo". Os lo recomiendo.
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