Condenada por los dioses sin su linda voz,
Eco se esconde en la cueva con su dolor.
El corazón, mudo, sólo puede repetir
las últimas sílabas que acaba de oír.
Narciso el soberbio, ¡por Dios, qué guapo es!
Las ninfas se ofrecen ante su desinterés.
Pasea en el bosque su melancolía.
Nada es suficiente, su alma esta vacía.
Eco de lejos le espía y suspira: ¡Amor!
¿Cómo confesarlo sin tener su voz?
Un claro del bosque se abre para los dos.
La pálida ninfa se muestra toda candor.
¿Quién eres tú, niña loca?
Niña loca… Niña loca…
Muero antes que darte un beso.
Darte un beso… Darte un beso…
Quiero estar solo en el río.
En el río... En el río…
¿No pensarás que te quiero?
Te quiero… Te quiero…
Te quiero…Te quiero…
Narciso recibe el castigo por ser tan cruel.
El agua nunca fue tan clara, ni tanta la sed.
Al ver su reflejo, por fin descubrió el amor
y ahogado en si mismo se convierte en flor.
Eco de pena y locura se consumió.
Sólo quedó resonando sin fin su linda voz.
¿Quién eres tú, niña loca?
Niña loca… Niña loca…
Muero antes que darte un beso.
Darte un beso… Darte un beso…
Quiero estar solo en el río.
En el río... En el río…
¿No pensarás que te quiero?
Te quiero… Te quiero…
Te quiero…Te quiero…
Ahora tú dime: ¿Qué demonios hago yo aquí?
¿Soy sólo tu espejo o me ves a mí?
¿Se me consiente algo más que repetir
Eco se esconde en la cueva con su dolor.
El corazón, mudo, sólo puede repetir
las últimas sílabas que acaba de oír.
Narciso el soberbio, ¡por Dios, qué guapo es!
Las ninfas se ofrecen ante su desinterés.
Pasea en el bosque su melancolía.
Nada es suficiente, su alma esta vacía.
Eco de lejos le espía y suspira: ¡Amor!
¿Cómo confesarlo sin tener su voz?
Un claro del bosque se abre para los dos.
La pálida ninfa se muestra toda candor.
¿Quién eres tú, niña loca?
Niña loca… Niña loca…
Muero antes que darte un beso.
Darte un beso… Darte un beso…
Quiero estar solo en el río.
En el río... En el río…
¿No pensarás que te quiero?
Te quiero… Te quiero…
Te quiero…Te quiero…
Narciso recibe el castigo por ser tan cruel.
El agua nunca fue tan clara, ni tanta la sed.
Al ver su reflejo, por fin descubrió el amor
y ahogado en si mismo se convierte en flor.
Eco de pena y locura se consumió.
Sólo quedó resonando sin fin su linda voz.
¿Quién eres tú, niña loca?
Niña loca… Niña loca…
Muero antes que darte un beso.
Darte un beso… Darte un beso…
Quiero estar solo en el río.
En el río... En el río…
¿No pensarás que te quiero?
Te quiero… Te quiero…
Te quiero…Te quiero…
Ahora tú dime: ¿Qué demonios hago yo aquí?
¿Soy sólo tu espejo o me ves a mí?
¿Se me consiente algo más que repetir
cada palabra que deseas oír?
Tocas el agua, se te hunde la nariz,
la imagen es vana, el llanto no tiene fin.
¿Quién eres tú, niña loca?
Niña loca…Niña loca…
Tocas el agua, se te hunde la nariz,
la imagen es vana, el llanto no tiene fin.
¿Quién eres tú, niña loca?
Niña loca…Niña loca…
Contigo haré lo que quiera
Lo que quiera… Lo que quiera…
Lo que quiera… Lo que quiera…
¿No ves qué triste es mi vida?
Es mi vida... Es mi vida...
Es mi vida... Es mi vida...
Tú cargarás con mi pena
Con mi pena… Con mi pena…
Con mi pena… Con mi pena…
¿Quién eres tú, niña loca?
Niña loca… Niña loca…
Muero antes que darte un beso.
Darte un beso… Darte un beso…
Quiero estar solo en el río.
En el río... En el río…
¿No pensarás que te quiero?
Te quiero… Te quiero…
Te quiero…Te quiero…
Te quiero…Te quiero…
He aquí una bonita balada de Christina Rosenvinge, de cuya música y letra es autora, que ilustra el mito de Eco y Narciso tal como nos lo ha transmitido Ovidio. En esta leyenda, en la que se refleja la imposibilidad del amor, la ninfa Eco, rechazada por Narciso, se transforma en una descarnada resonancia que no puede decir nada que no haya sido dicho previamente, limitándose a hacerse eco de las últimas palabras que otros han pronunciado antes que ella, sin poder expresar sus propios sentimientos y pensamientos con sus palabras ni añadir nada de su propia cosecha. Y Narciso, por su parte, que había rechazado todas las proposiciones amorosas recibidas, sufrirá la maldición de un amante despechado. Narciso se enamorará de alguien que no le corresponderá y padecerá el rechazo en sus propias carnes: acabará enamorándose de sí mismo y de su propia imagen reflejada en el fondo de una fuente cristalina, en la que se ahogará, transformándose en la flor que lleva su nombre.
Imágenes de Alexandre Cabanel, Caravaggio, William Waterhouse y Salvador Dalí, en este orden, ilustran la canción de Christina que, de por sí sola, suscita muchas sugerencias. Por mi parte, comento tan solo una de estas imágenes: La Metamorfosis de Narciso del genio surrealista de Salvador Dalí, un cuadro que, al parecer, impresionó al propio Sigmund Freud, que formuló la teoría del narcisismo, basándose en el mito de Narciso.
Según el psicoanalista de Viena, el narcisismo es un proceso en el que la libido del ser humano se dirige hacia uno mismo. Este amor a sí mismo, inevitable en el desarrollo de la persona, se traduce en el autoerotismo, y precedería al amor hacia los otros. El niño supera el narcisismo cuando sustrae parte de su amor a sí mismo y lo dirige primero hacia los padres y después hacia los demás.
A la izquierda del óleo de Dalí, aparece la figura de Narciso, cuyos contornos se reflejan
en el agua, con la cabeza sobre sus rodillas doblándose, probablemente
para morir. En la mitad derecha del cuadro, la imagen de Narciso se ha transformado
en una mano que sostiene un huevo/bulbo del cual surgirá la flor del mismo
nombre.
Según el psicoanalista de Viena, el narcisismo es un proceso en el que la libido del ser humano se dirige hacia uno mismo. Este amor a sí mismo, inevitable en el desarrollo de la persona, se traduce en el autoerotismo, y precedería al amor hacia los otros. El niño supera el narcisismo cuando sustrae parte de su amor a sí mismo y lo dirige primero hacia los padres y después hacia los demás.
Pero escuchemos ya la bellísima canción en la estupenda voz de Christina Rosenvinge:
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