El director de cine italiano Federico Fellini, autor de muy memorables películas llenas de talento creativo y fantasía, nos brinda sus memorias de infancia en su entrañable Amarcord, cuyo título significa precisamente “mis recuerdos” en dialecto italiano. Os traigo aquí una escena que seguramente os arracará una sonrisa,en la que revive, entre otros, a su profesor de griego, un viejo y atildado dómine a la vieja usanza y, diríamos, de la vieja escuela, que se empeña en que el
angelical discípulo objeto de su pedagógica atención
pronuncie correctamente un aoristo sigmático griego que se le atraganta. La
criaturita, por más que lo intenta, no acierta nunca a pronunciarlo:
e-már-p-sa-men.
Sí,
ya sé que es difícil de hacerlo correctamente, y que hay que
esmerarse mucho para salir airoso en el trance de la ejecución de esa “p” oclusiva labial sorda e intrusa
que nos obliga a cerrar los labios y cortar
momentáneamente la salida del flujo de aire por la boca,para abrirlos a continuación emitiendo el sonido silbante de la sigma o ese griega, pero ahí está la gracia
de la escena de la película del maestro Federico Fellini.
El viejo profesor de griego recita embelesado unos yambos del poeta Arquíloco, por cierto feísimos donde los haya, que os transcribo para los curiosos: heptà gàr necróon pesóntoon, hoùs emárpsamen posín, cheílioi
fonéeés eimen. Vienen a significar algo así como “Pues de siete
cadáveres tendidos, que alcanzamos a la carrera con los pies, mil somos
los matadores”. Unos versos horrísonos y feísimos, ya digo, que el viejo profesor
recita con fruición, deteniéndose en el “e-már-p-sa-men” de marras.
En ellos aparecen dos números: heptá (siete, como en hepta-sílabo, heptá-gono o hepta-edro) y cheilioi (mil, que se transcribe kilo o, como preferimos algunos, quilo, como en kiló-metro o kilo-gramo). Aparece también el sustantivo necrós, que significa cadáver (como en necró-filo, necró-polis, o necr-opsia)y el sustantivo posín, que es una forma de pus podós (pie, como en podó-logo o cefaló-podo). Seguimos hablando en griego, mal que nos pese.
Este "emárpsamen" es, por cierto, la primera persona del plural del aoristo de indicativo del verbo "márpto", que significa "dar alcance, alcanzar", y que se caracteriza, por delante, con el aumento: un alargamiento silábico de una é(psilon) que caracteriza a las formas del pretérito del indicativo, tanto al imperfecto como al aoristo o indefinido; y por detrás, por la inclusión del morfema -sa-, típico del aoristo sigmático, y -men, propio de la primera persona del plural; por eso la forma emárpsamen significa "(nosotros) dimos alcance, alcanzamos".
Si para nosotros resulta difícil de pronunciar la forma emárpsamen, más lo resultaba para un griego la forma originaria e-márpt-sa-men, dado que la raíz del verbo era marpt-, por lo que la tau acabó desapareciendo finalmente ante el silbido de la sigma. Por algo enunciamos la regla fonética del griego clásico: dental ante sigma desaparece.
En ellos aparecen dos números: heptá (siete, como en hepta-sílabo, heptá-gono o hepta-edro) y cheilioi (mil, que se transcribe kilo o, como preferimos algunos, quilo, como en kiló-metro o kilo-gramo). Aparece también el sustantivo necrós, que significa cadáver (como en necró-filo, necró-polis, o necr-opsia)y el sustantivo posín, que es una forma de pus podós (pie, como en podó-logo o cefaló-podo). Seguimos hablando en griego, mal que nos pese.
Este "emárpsamen" es, por cierto, la primera persona del plural del aoristo de indicativo del verbo "márpto", que significa "dar alcance, alcanzar", y que se caracteriza, por delante, con el aumento: un alargamiento silábico de una é(psilon) que caracteriza a las formas del pretérito del indicativo, tanto al imperfecto como al aoristo o indefinido; y por detrás, por la inclusión del morfema -sa-, típico del aoristo sigmático, y -men, propio de la primera persona del plural; por eso la forma emárpsamen significa "(nosotros) dimos alcance, alcanzamos".
Si para nosotros resulta difícil de pronunciar la forma emárpsamen, más lo resultaba para un griego la forma originaria e-márpt-sa-men, dado que la raíz del verbo era marpt-, por lo que la tau acabó desapareciendo finalmente ante el silbido de la sigma. Por algo enunciamos la regla fonética del griego clásico: dental ante sigma desaparece.
Lo
que intenta el carcamal del dómine es que su joven pupilo, que reconoce
la belleza y la dificultad de la lengua griega, pronuncie correctamente
la letra “psi”, que se lee “ps", explicándole con mucha
paciencia cómo debe mover la lengua hacia los dientes y el aire hacia
fuera para pronunciar ese difícil sonido, tan difícil que los españoles, por ejemplo, no decimos ordinariamente "psicólogo" o "psiquiatra" sino "sicólogo" y "siquiatra".
Pero el pupilo, después de
haber pronunciado la “psi” correctamente le hace una sonora pedorreta al profesor que desencadena el
hazmerreír de toda la clase en una no menos sonora carcajada, lo que
irrita al maestro, y provoca nuestra benévola sonrisa.
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