La Ártemis griega era, además de predadora, una diosa virgen, que vivía rodeada de ninfas, a las que exigía el mismo voto de castidad que ella mantenía, y con las que compartía correrías detrás de ciervos y venados y el baño después de la cacería.
No es ningún secreto que la mitología clásica grecorromana y la tradición bíblica judeocristiana han sido dos de las principales fuentes de inspiración de la pintura a lo largo de casi toda su historia. No es raro, pues, que los pintores se hayan regodeado muchas veces recreando el baño de Diana solitaria y resplandeciente como la luna llena, o acompañada, las más de las veces, por el coro de sus fieles ninfas, que encarnan de alguna manera el espíritu femenino y voluble de las linfas.
Si al mismo tiempo, figura Acteón en el lienzo pintado por el artista, es como si, sin querer la cosa, los espectadores que contemplamos el cuadro en el museo o la pinacoteca nos convirtiéramos en modernos acteones, si se me permite la utilización del nombre propio como nombre común, o mirones o voyeurs, al ser incluido el observador de la escena dentro de la escena que se observa.
Es el caso, por ejemplo, de Tiziano, en este óleo sobre lienzo que atesora la National Gallery londinense, donde a la derecha del espectador figura la diosa, cuya irritación es patente en su rostro y en el intento de cubrir su blanca desnudez con un velo, ayudada por una esclava negra. Contrastan así la blancura deslumbrante de Diana, una blancura resplandeciente y lunar, sentada y caracterizada por una media luna, precisamente, sobre su cabello, y la negrura de la sierva.
Si al mismo tiempo, figura Acteón en el lienzo pintado por el artista, es como si, sin querer la cosa, los espectadores que contemplamos el cuadro en el museo o la pinacoteca nos convirtiéramos en modernos acteones, si se me permite la utilización del nombre propio como nombre común, o mirones o voyeurs, al ser incluido el observador de la escena dentro de la escena que se observa.
Es el caso, por ejemplo, de Tiziano, en este óleo sobre lienzo que atesora la National Gallery londinense, donde a la derecha del espectador figura la diosa, cuya irritación es patente en su rostro y en el intento de cubrir su blanca desnudez con un velo, ayudada por una esclava negra. Contrastan así la blancura deslumbrante de Diana, una blancura resplandeciente y lunar, sentada y caracterizada por una media luna, precisamente, sobre su cabello, y la negrura de la sierva.
Os propongo contemplar este breve cortometraje de gran valor artístico titulado "Metamorphosis" (transformación en román paladino), que hace una recreación del mito, donde se cuenta, siguiendo a Ovidio, que lo narró versificado en sus Metamorfosis, la historia y su desenlace: el castigo que sufrirá Acteón por haber contemplado a la diosa desnuda, la conversión del cazador en presa.
Sufrirá Acteón una metamorfosis que lo convertirá en ciervo, y será víctima de la jauría de sus propios perros, que, no reconociendo a su antiguo amo, lo devorarán sin misericordia. Cuenta la leyenda que los perros, deconsolados, buscaron en vano a su dueño por todo el bosque, llenándolo con sus gemidos, hasta que llegaron por casualidad a la gruta donde habitaba el sabio centauro Quirón, quien, para consolarlos, modeló una estatua a imagen y semejanza de Acteón.
Sufrirá Acteón una metamorfosis que lo convertirá en ciervo, y será víctima de la jauría de sus propios perros, que, no reconociendo a su antiguo amo, lo devorarán sin misericordia. Cuenta la leyenda que los perros, deconsolados, buscaron en vano a su dueño por todo el bosque, llenándolo con sus gemidos, hasta que llegaron por casualidad a la gruta donde habitaba el sabio centauro Quirón, quien, para consolarlos, modeló una estatua a imagen y semejanza de Acteón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario