jueves, 15 de mayo de 2014

La niña de Pompeya, poema de Primo Levi



Ya que la angustia de cada uno es la nuestra,
revivimos aún la tuya, muchacha descarnada,
que te has aferrado convulsivamente a tu madre,
como si quisieras volver a entrar en ella
cuando el cielo al mediodía se volvió negro.
En vano, porque el aire envenenado
se filtró en tu busca por las ventanas cerradas
de tu casa tranquila de robustas paredes,
contenta ya por tu canto y por tu tímida sonrisa.
Han pasado los siglos, la ceniza se ha petrificado
para aprisionar para siempre esos delicados miembros.
Así permaneces entre nosotros, retorcido molde de yeso,
agonía sin término, terrible testimonio
de lo que les importa a los dioses nuestra estirpe orgullosa.
Pero nada nos queda de tu hermana lejana,
la muchacha de Holanda emparedada entre cuatro paredes
que también escribió su juventud sin mañana.
Su ceniza, muda, se dispersó en el viento,
su breve vida encerrada en un cuaderno arrugado.
Nada queda de la niña de la escuela de Hiroshima,
sombra grabada en el muro por la luz de mil soles,
víctima sacrificada en el altar del miedo.
Poderosos de la tierra dueños de nuevos venenos,
tristes guardianes secretos del trueno definitivo,
nos bastan con mucho las penas que el cielo nos manda.
Antes de que el dedo apriete el botón, deteneos y pensad.

Primo levi, 20 de noviembre de 1978.

El poema de Primo Levi compara la muerte de la niña de Pompeya, que se aferra a su madre,  con la de aquella otra niña judía Ana Frank, que podría ser, sin serlo, la misma niña, víctima del terror nazi, y con la de aquella otra niña de Hiroshima, víctima del bombardeo norteamericano en la Segunda Guerra Mundial, para acabar haciendo el ruego a los poderosos de la Tierra de que, antes de apretar el botón, se paren a pensar y consideren lo que están haciendo. 

Os dejo este vídeo con la versión original del poema en italiano recitado por unos colegiales.





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